Como cualquier día, encendí la televisión esa mañana, pero ese día era diferente. No todos los días se juzga a un ex presidente – digo- mientras mi hermano reniega de mi interés por el tema – y no todos los días se le confronta con su ex asesor – dice- levantando la ceja con ironía. Y la verdad de todo esto es que, pese a estas consideraciones preliminares, ya nos hicimos a la idea de convivir con este modo muy peruano de la cotidianidad. Jessica tapia anunció lo que se viene, como si ella misma supiera en realidad la magnitud del hecho.
Cuando Montesinos apareció en escena, muchos no evitamos recordarlo con sus billetes en la mano, billetes que iban de unas manos a otras más sucias todavía. Se agolpan los recuerdos de la corrupción y de esos años que supongo nadie olvidará. Pero hoy, hoy es un hombre caído aunque lo quiera aparentar, un hombre al que sólo le queda la ropa y los gestos de viveza para hacerse notar. Y fue eso lo que sucedió.
Desde el principio descargó una inusitada furia contra el fiscal…¿no es ése el fiscal Guillen? ¿Por qué José Peláez interroga? Y en verdad sí que es un punto en contra nuestra, porque Peláez no resulta ser en modo alguno incisivo como Guillén, no sabe acorralar a la presa, probarla antes de comérsela. Montesinos requería muchas probaditas antes de dejarlo devorarse por sus propias contradicciones.
Sin embargo, el testigo – porque de acusado de pronto pasó por un breve lapso a ser testigo – no era ajeno a esa verdad, y desde el inicio aprovechó al máximo las debilidades del Ministerio Público. Altanero, arremetió contra la primera pregunta, demandando precisiones e interrogando a la misma fiscalía, que ironía. Lo que motivó desde luego, la intervención flaca por cierto, del titular de la sala. “Especifique el espacio temporal de la pregunta. Señor, limítese sólo a responder. Señor fiscal, yo exijo…”
Pero si aquello nos pareció desaforado, no había problema. Montesinos nos ofreció función gratis adelantándose a Fiestas Patrias al mejor estilo de circo provinciano, ése que pega sin más a sus mascotas. Montesinos, emulando al mayor de los Fuentes Gasca, blandía el látigo contra el tímido Peláez. Se apoyó en derechos que sabrá Dios en qué Código Penal figuran para evitar las preguntas y, que decepcionadamente tuvimos que ver como hacía callar al fiscal; y sin acogerse al derecho de quedarse callado de una vez por todas, escupió su rabia demandando precisiones, reformulaciones del cuestionario, y en vista que nadie le hacía caso, empezó a dar sus alalás a la lucha contra el terrorismo y de lo mucho que tenemos los peruanos que agradecerles por eso, vaya frasecita. El arrebato llegó cuando Peláez, en un momento revelador, preguntó sin que la voz le temblara:
- ¿Y usted cree que se pueden cometer crímenes por razones de Estado?
- ¡¡¡Sí!!!
Sonó mejor que Koki Belaúnde, es cierto, pero no por ello fue menos risible y al mismo tiempo indigestante su respuesta. Cuando todos pensamos que un orgasmo lo obligaría a descansar por unos instantes antes de continuar, el Doc nos demostró que aún era capaz de la segunda vuelta, y sin perdón. Y con más energía que antes y luego de una inspiradora guiñada a su ex compadre – que para muchos fue el colmo del cinismo – dedicó el resto de la sesión a defenderlo de cualquier acusación, "porque sabrá usted señor fiscal, y usted señor juez, que el ex presidente no es responsable de ningún delito contra los derechos humanos…si sólo eran terrucos".
La sesión se alargaba y sólo para beneficio de Montesinos que buscaba a como de lugar su mejor gesto, su mejor mirada y sus más perfectos ángulos faciales. Y aunque el resto del show lo dedicara a insultar a las virtudes serviciales de don Máximo San Román o a mandarle besitos volados a un divertido Fujimori que tomaba notas mientras se reía, no quedaba más que decir, y todo el resto del día mantuve el televisor apagado. Jessica Tapia no molestaría más. Ni el doc, ni el chino, ni nadie.
Cuando Montesinos apareció en escena, muchos no evitamos recordarlo con sus billetes en la mano, billetes que iban de unas manos a otras más sucias todavía. Se agolpan los recuerdos de la corrupción y de esos años que supongo nadie olvidará. Pero hoy, hoy es un hombre caído aunque lo quiera aparentar, un hombre al que sólo le queda la ropa y los gestos de viveza para hacerse notar. Y fue eso lo que sucedió.
Desde el principio descargó una inusitada furia contra el fiscal…¿no es ése el fiscal Guillen? ¿Por qué José Peláez interroga? Y en verdad sí que es un punto en contra nuestra, porque Peláez no resulta ser en modo alguno incisivo como Guillén, no sabe acorralar a la presa, probarla antes de comérsela. Montesinos requería muchas probaditas antes de dejarlo devorarse por sus propias contradicciones.
Sin embargo, el testigo – porque de acusado de pronto pasó por un breve lapso a ser testigo – no era ajeno a esa verdad, y desde el inicio aprovechó al máximo las debilidades del Ministerio Público. Altanero, arremetió contra la primera pregunta, demandando precisiones e interrogando a la misma fiscalía, que ironía. Lo que motivó desde luego, la intervención flaca por cierto, del titular de la sala. “Especifique el espacio temporal de la pregunta. Señor, limítese sólo a responder. Señor fiscal, yo exijo…”
Pero si aquello nos pareció desaforado, no había problema. Montesinos nos ofreció función gratis adelantándose a Fiestas Patrias al mejor estilo de circo provinciano, ése que pega sin más a sus mascotas. Montesinos, emulando al mayor de los Fuentes Gasca, blandía el látigo contra el tímido Peláez. Se apoyó en derechos que sabrá Dios en qué Código Penal figuran para evitar las preguntas y, que decepcionadamente tuvimos que ver como hacía callar al fiscal; y sin acogerse al derecho de quedarse callado de una vez por todas, escupió su rabia demandando precisiones, reformulaciones del cuestionario, y en vista que nadie le hacía caso, empezó a dar sus alalás a la lucha contra el terrorismo y de lo mucho que tenemos los peruanos que agradecerles por eso, vaya frasecita. El arrebato llegó cuando Peláez, en un momento revelador, preguntó sin que la voz le temblara:
- ¿Y usted cree que se pueden cometer crímenes por razones de Estado?
- ¡¡¡Sí!!!
Sonó mejor que Koki Belaúnde, es cierto, pero no por ello fue menos risible y al mismo tiempo indigestante su respuesta. Cuando todos pensamos que un orgasmo lo obligaría a descansar por unos instantes antes de continuar, el Doc nos demostró que aún era capaz de la segunda vuelta, y sin perdón. Y con más energía que antes y luego de una inspiradora guiñada a su ex compadre – que para muchos fue el colmo del cinismo – dedicó el resto de la sesión a defenderlo de cualquier acusación, "porque sabrá usted señor fiscal, y usted señor juez, que el ex presidente no es responsable de ningún delito contra los derechos humanos…si sólo eran terrucos".
La sesión se alargaba y sólo para beneficio de Montesinos que buscaba a como de lugar su mejor gesto, su mejor mirada y sus más perfectos ángulos faciales. Y aunque el resto del show lo dedicara a insultar a las virtudes serviciales de don Máximo San Román o a mandarle besitos volados a un divertido Fujimori que tomaba notas mientras se reía, no quedaba más que decir, y todo el resto del día mantuve el televisor apagado. Jessica Tapia no molestaría más. Ni el doc, ni el chino, ni nadie.
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