Cuando el periodismo y la literatura se vuelven Territorio Comanche

Podría tratarse de cualquier guerra, inventada, por ejemplo; pero una obra cobra mayor importancia y sentido cuando se le acerca a una especificidad histórica y social; la obra, de este modo, se vuelve universal.

Cuando Arturo Pérez-Reverte ubica a los personajes de su novela “Territorio Comanche” en medio de la guerra Bosnia, construye una obra que conjuga por un lado, maestría técnica y lingüística y, por otro, una rica capacidad para adentrarse en espacios históricos recientes y ser crítico al mismo tiempo que descriptivo.
Sin embargo, aquí una de las protagonistas principales fuera de la historia y el lenguaje, que desde el primer momento envuelven en ésta permanente experiencia al lector; es sino la técnica empleada: el libre flujo de ideas.

Si quisiéramos trazar una genealogía de este artificio que, en realidad, es lo menos artificial de la literatura, recurriríamos a nombres como Joyce, el mismo Kafka y los infaltables Bretón, Ionesco y cía. Sin embargo, no es tan simple como parece cuando nos encontramos con un caso de literatura asociada a técnicas periodísticas subordinadas al libre flujo de la conciencia. En Bretón, por ejemplo, esta asociación es mucho más caprichosa que en “Territorio Comanche” y rompe la relación que la lógica formal impone a la correspondencia entre objetos. En nuestra novela, las relaciones son más bien entre recuerdos y la asociación, vista desde el primer párrafo, reúne lo visual con lo sensitivo.

Además es una novela sobre reporteros de guerra, porque es necesario que las asociaciones las haga alguien y porque éste es el contexto que permitirá enmarcar el caos del flujo de conciencia, ideas, memoria o como se le llame, dándole una dirección que permita explicar el drama de la guerra y su presencia a través de objetos insospechados en la actividad de Márquez y Barlés, personajes principales.

Es sorprendente por ejemplo, la capacidad de humor negro del autor en la cabeza de Barlés, cuando piensa en la quietud y la soledad de los muertos, el dato curioso de que el joven croata fallecido conservara su nariz, ideal para enfocar el lente de la cámara antes de abrir el plano. Podemos decir que éstas técnicas, de origen surrealista, toman otro carácter, más expresionista aunque suavizado por el lenguaje distante que el narrador utiliza, lenguaje de estirpe reporteril que sirve para retratar cuadros precisos sin donde el diálogo no interviene. Otra característica es, por tanto, la ausencia de pasión que desnaturaliza el relato.

Otros relatos generalmente, semejan diarios de viaje, pequeñas reseñas románticas. Sin embargo, “Territorio Comanche” es hasta cierto punto, un ejercicio de síntesis expresiva-descriptiva, limitándose más bien al comportamiento de las ideas de los personajes en medio de digresiones, recuerdos, y demás ideas que tampoco han merecido un lenguaje recargado, sino más bien puntual, preciso como imágenes instantáneas. Hablar de imágenes así cuando entramos en un aspecto vital de dos reporteros resulta, por todos los ángulos, adecuado.
No siempre tenemos tan buenos ejemplos de este ejercicio. Pérez-Reverte supera en esto a otros trabajos, sobre todo por su actualidad, por su contexto, por su jugueteo con ciertos recursos desagradables que no son gratuitos como en mucha de la literatura moderna, sino necesarios o como resultado de su propia ruptura con el tiempo lineal.

A este nivel existen dos asuntos: uno es el tiempo lineal que se observa en el contorno de la narración y la discontinuidad de tipo corto circuito que de vez en cuando deja sin luz algunos párrafos y luego vuelve a iluminar; sucede que encontramos una idea a medio desarrollar en una línea y páginas más adelante ya fue completamente desplegada. El empleo de la técnica del flujo permite esos juegos dialécticos que convierten al conjunto en un pariente no muy lejano de las novelas del realismo mágico, aunque se diferencie de ellas por su contenido.
El realismo mágico y el nuevo periodismo latino hacen una introducción casi folclórica buscando en ello, en lo autóctono y casi mítico una interpretación del mundo. Pérez-Reverte hace todo lo contrario: se apoya sólo en el hecho y cree que éste por sí mismo tiene el poder de evocar en las mentes ajenas a él una multitud de impresiones que son remodificaciones del mismo dolor, aunque estructurado según las más insalvablemente distintas experiencias. Entonces, la vida parece ser algo intraspasable.

La identidad final de la emoción es lo que le importa al narrador en ese momento climático donde se desencadena la corriente: ésta es una idea ajena a lo que dice la crítica en general sobre el tema; pero es evidente que finalmente, todo nos conduce a un estado en que percibimos la guerra con el mismo horror y entonces nos descubrimos más cercanos de lo imaginable.
Márquez y Barlés no sólo son afines profesionalmente, sino también emocionalmente, pues son golpeados por la misma circunstancia. En la primera página, a ambos les asalta el curioso pensamiento de que los muertos son lo más quieto que existe y que, en efecto, son los más solitarios. Ésta no es una coincidencia, aunque pudiera parecer que ése es el sustento de la misma técnica empleada, pues, en realidad se trata de una búsqueda deliberada que eleva al plano consciente una serie de circunstancias que pertenecen a otras, impenetrables para muchos.

Creo que en este punto se entiende lo ya mencionado muchas líneas arriba como una oración ramificada: que la técnica del flujo es lo menos artificial que existe. Este descubrimiento de lo puramente humano es el descubrimiento de un acto no intencional tan cotidiano como el comer. Pero en “Territorio Comanche”, en medio del riesgo que significa muchas veces el periodismo, en medio del peligro de fotografiar a un muerto cerca del puente de Bjelo Polje a punto de ser estallado por el enemigo, todo lo humano, toda inquietud, todo pensamiento ya sea advertido o no, adquiere un carácter glorioso que envuelve a los objetos, y también a los sujetos, y los hace complementos de nuestra existencia en su forma más concreta.



Meztli Bazán Briceño

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