EL “AMOR” EN LOS TIEMPOS DEL CHINO

Por: Antonio Muñoz Vásquez

Sentado frente al su ex jefe, con insolencia y haciendo gala de la más elaborada arrogancia, Vladimiro Montesinos Torres, declara: “Quiero dejar en claro que el señor presidente acá presente no tiene ninguna responsabilidad en los hechos materia de este juicio”, increíble.

“Esto no es de hombres señor Fujimori, no se corra, venga al país, confrontémonos cara a cara usted y yo”, esas fueron las palabras que Vladimiro Montesinos, a través de los medios de comunicación, envió a Alberto Fujimori, en Noviembre del 2001, cuando este último se encontraba refugiado en Japón. Por esas fechas el ex asesor de inteligencia sentía traicionado y repartía acusaciones al por mayor. Los tiempos han cambiado, y el pasado lunes 30 de junio, casi ocho años después, y en el marco del juicio que se le sigue al ex presidente, los dos personajes más nefastos de la política peruana se reencontraron y demostraron seguir siendo grandes amigos.

NO ES EL PRIMERO

El juicio al ex presidente Alberto Fujimori por actos de corrupción y de violación a los Derechos Humanos es un hecho de trascendental importancia para la política del país. Luego de ser extraditado desde Chile, las páginas de uno de los capítulos más tristes y vergonzosos de la historia republicana, tiene como protagonista nuevamente, luego de Augusto B. Leguía, a un ex presidente.
Leguía, como Fujimori, accedió al mando por la vía democrática. Se impuso en las elecciones de 1908 y dejó el poder cuatro años más tarde. Sin embargo, el 4 de Julio de 1919 participó en el levantamiento que derrocó al presidente democrático José pardo y se convirtió en mandatario.
Ambos personajes, siendo presidentes, disolvieron el congreso, modificaron la Constitución con fines reeleccionistas y fueron dictadorzuelos. El “oncenio” de Leguía acabó abruptamente como consecuencia de una revolución en Arequipa en 1930, encabezada por Luis Sánchez Cerro. Leguía renunció y partió al exilio, pero fue obligado a retornar y se le trasladó, primero, a la isla San Lorenzo y, luego, al “Panóptico”, donde murió a los 69 años en febrero de 1932.

EL “AMIGO”, EL ASESOR

La presencia de Vladimiro Montesinos Torres en el mundo de la manipulación y la ilegalidad data de mucho antes de su cargo como asesor de inteligencia en el gobierno de Alberto Fujimori. Montesinos tuvo una frustrada carrera en las Fuerzas Armadas, desprestigiado y dado de baja en los años 70’s, y como abogado se le conoce su faceta de defensor de narcotraficantes.

EL CORRUPTOR. Amo y señor de la escena, Montesisnos no dudó en mostrarse como en sus mejores tiempos.




Su presencia en el gobierno de Fujimori se inicia en 1990, Montesinos era el hombre que le enseñaría a su jefe el teje y maneje del aparato político, las maniobras turbias y los sicosociales. Con el paso del tiempo se complementarían, se fundirían en la cara de una moneda. Desde ese momento el Perú viviría una de sus etapas más sombrías. Desapariciones forzadas, manejo del poder judicial, soborno a políticos y compra de líneas editoriales de medios de comunicación, serían pan de cada día.
Montesinos no es tonto. Sabe que si incrimina a Alberto Fujimori en los crímenes de lesa humanidad que se le imputan, terminará incriminándose él mismo. Atrás quedaron los días en que un resentido e indignado, pedía: “que regrese, que no se esconda en las faldas de las geishas”. Todo lo que diga Montesinos debe ser puesto en tela de juicio. No podemos apasionarnos y tomar por cierto las palabras de quien tuvo por costumbre mentir, por cerca de diez años, a todos los peruanos.

EL BAILE DEL CHINO
Como una marinera bien bailada. Coqueteo, guiñaditas de ojo, miradas provocadoras, venias y reverencias, hubo de todo en el reencuentro. Faltaba el beso del happy end. Los compañeros reíamos por no carcajear, y es que cada ocurrencia del otrora “hombre detrás del poder”, no sólo era celebrada por Fujimori en el recinto de la Diroes, sino también por nosotros. Reíamos por no llorar. El poderoso dando manotazos de ahogado y echando basura con ventilador, nos sorprendía una vez más.
Sólo basta una frase para condenar al presidente y a su asesor, condena que las nuevas generaciones y los familiares de los desaparecidos agradecerán: “Si, por razones de Estado se pueden cometer delitos”, decía Vladimiro Montesinos, al momento de cavar su tumba.



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