LA VIDA, POR UNA BUENA TOMA…


corresponsales de guerra de cara con la muerte, en busca de la mejor toma.


En Territorio Comanche se cuenta las experiencias que marcaron profundamente al autor Reverte, sobre el horror de la guerra en Yugoslavia y la más dura labor de los corresponsales de guerra.
Lejos de contar la historia de los buenos y bondadosos periodistas que se van a los conflictos con la muy noble misión de registrar la verdad de la guerra, Reverte nos cuenta qué son los corresponsales de guerra: unos mercenarios un poco locos, armados con cámaras en vez de armas, que se juegan el pellejo por una buena toma para que luego nos entretengamos cinco minutos en casa viendo cómo tal o cual ciudad es bombardeada. Por lo que el papel del periodismo, queda ante la vista de la sociedad, tan sólo supeditado a la búsqueda de información sin ninguna sensibilidad ante los hechos.
En la breve historia presenta a un camarógrafo (Márquez) y a un reportero (Bárles) en medio de la Yugoslavia de los primeros años 90, dividida por los conflictos raciales y las guerras de exterminio. Dentro de este escenario Reverte se luce haciéndonos partícipes de los pensamientos de los periodistas y de los recuerdos de cómo es la vida del periodista de guerra, de cómo son las guerras detrás de las cámaras, y de las historias crueles que se van encontrando.
Las imágenes se repiten, y entre más crudas son para el lector, más indiferentes para los protagonistas, para quienes su mayor preocupación es que la noticia se cubra a tiempo. En medio de bombas y muertos, lo primero es llegar a tiempo para la transmisión del noticiero. Por ejemplo en el caso de Marques, las lágrimas no le dejaban enfocar bien, por eso no lloraba nunca ante las crudas escenas., cuando sacaban de los escombros niños con la cabeza aplastada. Todos eran tipos duros, ya se habían adaptado al ver esas escenas desastrosas.
Pues durante este trabajo cotidiano, muchos periodistas se topan con la disyuntiva, con la necesidad moral, con el instinto, de intervenir en los hechos que cubren, principalmente en aquellos donde está presente la desgracia humana. La resolución del conflicto está en el criterio del periodista y se trata de una decisión libre e individual.
Muy pocos son los periodistas que han sido capaces de preferir ayudar, dejar a un lado su cámara, su noticia, primero hacen la toma de la escena impactante, luego se dignan a brindar un poco de su apoyo. Por eso los periodistas son considerados unos sujetos sin sentimientos y hasta sin escrúpulos, con una gran frialdad en sus actos, ante todo están la toma de imágenes y sus historias que tendrán que contar.
Pero la rigurosa realidad es que un periodista eligió esa labor para difundir información, esa es su misión, es la mejor forma que tiene de ayudar a los demás. Pues la labor de un periodista no es agradar a diplomáticos ni facilitar los procesos de paz, sino describir un conflicto de la forma más precisa y veraz posible. Las exigencias de la guerra justifican una serie de valores éticos distintos de los que imperan en otras circunstancias como por ejemplo algunos reporteros incluso han arriesgado o hasta perdido su propia vida por difundir casos de corrupción, narcotráfico o crímenes.
Por eso no satanicemos al periodismo, pues puede contribuir mucho al bien común. Desde esta perspectiva el periodismo es una vía por la que se puede atacar a la impunidad y otros cánceres sociales.
Incluso los periodistas tienen también el poder de cambiar el curso de un conflicto al mediatizar a la opinión pública. Las imágenes del horror de la guerra contribuyen para que la gente vea y haga conciencia de lo cruento que puede llegar a ser un conflicto bélico. Pues El buen informador de sucesos dolorosos no debe ser un irreflexivo charlatán; se detiene, piensa, discierne, antes de ponerse al ordenador o utilizar el micrófono, Según el proverbio bíblico, "en toda labor hay fruto, pero la charlatanería empobrece". Es eso, palabrería irreflexiva, la de quienes nos califican de cuervos o buitres., que no conocen la profesión desde adentro, del esfuerzo que se requiere aún a cuesta de la vida. Refiriéndonos por ejemplo a las miles de protestas en las calles que han surgido en contra de la guerra de EE.UU en Irak, ya que se han visto miles de soldados perder la vida y a los musulmanes en las más completa desolación e injusticia.
Parece fuera de toda duda que los reportajes vivos como lo hacen lo corresponsales de guerra conmueven a los receptores, estimulan acciones de ayuda en todos los niveles de la sociedad, obligan a los poderes políticos a emprender medidas concretas, movilizan a las organizaciones intermedias, a los ciudadanos corrientes, y fomentan una mejor educación para la solidaridad.
Por otro lado si hay unos verdaderos buitres que son los políticos. Como Describe Reverte a los geopolíticos, los eruditos del tema, y otros tipos de turistas que se cuelan en un país en guerra, se mantienen a 50 kilómetros de los combates, y al volver a la civilización van a conferencias y tertulias a explicar el problema de la guerra, ya que ellos han estado tres días en Yugoslavia, en Irak, o donde sea que toque la guerra.
Los gobiernos, políticos y altos mandos que, a pesar de ser las cabezas visibles en los conflictos, en raras ocasiones están al pie del cañón. Simplemente una foto por aquí, por allá en la zona de desastre y más puntos a su favor. Todo por ganar más votantes en las encuestas, todo ello no son más que actos de populismo, pues no son capaces de atreverse a arriesgar su vida para enterarse y ver la verdadera realidad del asunto, por el contrario van ha obstaculizar, a los periodista para que brinden la verdad de los hechos.
Pero volviendo al papel del periodista, si decide ser tan sólo testigo de los hechos, debe demostrar sensibilidad al capturar y difundir la información, cultivando el hábito de reflexión, para discernir en cada caso qué valores constructivos puede aportar a los receptores y a la sociedad. Así no será un buitre carroñero, ni será un ángel benefactor de la Humanidad. Será, simplemente, un periodista.

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