Nosotras nunca fuimos menos



Fu Hsiang, un poeta chino de muchos siglos antes del nuestro, decía en versos no muy difundidos:


¡Qué triste es ser mujer!


Y más adelante, su expresión sobria nos confiesa:


Cuando una niña nace,
Nadie en casa se alegra
.


Existen cifras de dominio público que estiman que aproximadamente cada 15 segundos una mujer es maltrata física o psicológicamente en algún lugar del globo. A eso debemos agregarle otras estadísticas sobre el maltrato infantil en la India donde niñas son explotadas en la producción artesanal de alfombras, o de aquellas jovencitas en África que son privadas eternamente del placer natural del sexo al ser castradas desde los 4 años, para que al llegar a la adolescencia, la ausencia de deseo sexual evite que les sean infieles a aquellos hombres con años de más que tienen por maridos, a quienes ni siquiera pudieron elegir.

No olvidemos además el tema del tráfico de personas que capta a más mujeres y niñas por día. Los países orientales como La China Popular, Japón, Indonesia y otros son los principales en constituir un mecanismo comercial corrupto que canjea el pudor y la inocencia por unos cuántos billetes. ¿A caso no es suficiente?

Nuestra región, desde luego, no está libre de este grave problema social que las cifras nos indican. ¿Pero qué son aquellos fríos números frente al día a día en el que nos topamos con la basura del “sexo fuerte” que cree mantener su mediocre posición a punta de golpes, patadas, sacadas de vuelta y otras tantas bajezas que lo envilecen? ¿Cuándo esos rostros escondidos saldrán de la oscuridad y dejarán que un “ya basta” salga de su garganta como un firme grito de libertad?

En la región La Libertad se registran hasta un 31 por ciento de casos de maltrato de diversos tipos. Sin embargo, todos parecemos sordos o ciegos al respecto. En fin, podemos decir que no es nuestro asunto, que no nos importa; pero la verdad es que este problema no es individual, sino del colectivo social.

Muchas veces, la agresión viene de personas que simplemente no soportan a las mujeres. Pero bueno, aunque las causas fueren porque el arroz se quemó o el sexo no fue consentido, el hecho es que el abuso se repite siempre y los roles siempre son los mismos: un marido bravucón y una mujer maltratada.

Si tomamos en cuenta que sólo el 5 por ciento de estos delitos son denunciados, entonces notaremos la vulnerabilidad de un gran sector de la población estadística que por múltiples circunstancias, incluida la cultural, no evidencian estos casos. Finalmente, la educación cobra especial importancia a la hora de aclararnos quiénes somos, qué tan avanzadas son nuestras ideas respecto del problema y qué tan efectivas pueden ser nuestras acciones para lograr solucionarlo.

Por cierto, existen múltiples organizaciones que se atribuyen la defensa de la mujer. Pero el conflicto sigue en pie, esperando una solución que involucra a todos y que pasa por una reconstitución de los valores, un reconocimiento más que teórico y con mucho de práctico a la mujer en sus diversos roles, incluido el de fuerza de trabajo capaz de producir en las mismas condiciones de un varón, que nunca fue más. Nosotras nunca fuimos menos.

Algo más que se nos olvidaba. No dejen de ir a esa muestra interesantísima que sobre este tema se exhibe en el Instituto Nacional de Cultura. No serán los mismos cuando salgan de allí. Y podremos, con toda la libertad que supone el ser humano, enterrar a Fu Hsiang, y de paso a esos muchachos de pantalones flojos, cabezas rapadas y cejas depiladas que en sus cantos- si así se les puede llamar- no hacen más que hacernos parecer muñecas inflables.

Columna de opinión NOSTRA CULPA



Redacción conjunta:


Meztli Bazán Briceño

Claudia Inglessi León

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