Peligroso y apasionado reencuentro



Se volvían a encontrar después de ocho años y las condiciones no eran las más románticas. En medio de cámaras y de muchos extraños; algunos partidarios de la verdad y otros de quién sabe que ideal: él tomaba su lugar para declarar.

Todos esperaban, en los próximos minutos, un pequeño desliz, un momento de quiebre, un punto débil que explotar. Tenía que caer, y caer en grande. Pero aquél, pensaba sostener la inocencia de su “alma gemela” hasta el final, con todos los trucos y mañas que fueran necesarias. ¿Conmovedor? No. Porque la verdad, no se trata de la triste historia de un par de amantes separados por un apasionante pecado. Aquella vistosa escena en realidad, no representaba una tragedia, sino más bien, una comedia propia de un circo de mal gusto.


Eternos compinches



Luces, cámara, acción; y que empiece el espectáculo. Cientos de televisores encendidos y no se trataba de un mundial de fútbol. Miles de peruanos observaban atentos la participación del ex asesor presidencial, Vladimiro Montesinos, en el proceso judicial que se le sigue a Alberto Fujimori por los delitos de lesa humanidad, entre ellos el asesinato de un total de 25 personas en las matanzas de Barrios Altos (1991) y La Cantuta (1992), con una posible condena a 30 años de prisión.


El pasado 30 de junio, el “tío Vladi” –como alguna vez lo llamara Kenji Fujimori, con la confianza que implica el calificativo—se presentaba a testificar en la Sala Penal Especial de la Corte Suprema, donde el acusado, “su eterno compinche”, mostraba con lenguaje corporal (sonrisas y demás), la alegría que le causaba la confrontación.


Luego de los interrogatorios en semanas pasadas a Julio Salazar Monroe, ex jefe “de fachada”- como diríamos criollamente- del SIN (Sistema de Inteligencia Nacional); Montesinos, el verdadero “dueño y señor”, se comportó con la misma soberbia e insolencia que lo caracteriza, y pretendió tomarles el pelo y dejar por poco menos que tontos, al tribunal que preside César San Martín.


Siempre juntos


El “Doc.” no hizo más que defender con “pasión” al ex mandatario, y he aquí lo irónico. ¡Prueba indiciaria! Su actitud es la evidencia, el sendero que podría demostrar las responsabilidades de estos sujetos en los casos que se les imputan.


Al proteger al “Chino”, Vladimiro reforzaba el vínculo que los une. Además se encargó de aclarar en más de una ocasión que él era “subordinado del ingeniero”.
Envió un mensaje clarísimo: inocentes o culpables, pero siempre juntos. Con esto arruinó la estrategia de los fujimoristas y del abogado defensor, César Nakazaki, quien pretende desligar a esos “colombroños”.


¿Fujimori siempre estuvo al tanto de los actos de aniquilamiento del grupo Colina? Delinquió con dolo, o pecó de ignorante. ¿Acaso pudo Montesinos armar toda esa red de corrupción y perversión a espaldas de su superior?


Él ha manifestado que las órdenes las daba el ingeniero con gran discernimiento, y se respetaban sus decisiones. Entonces, sustraer dinero de la Nación, sobornar jueces, comprar medios, “chuponear” teléfonos y disponer matanzas, serían algunas de las conscientes obras de estos inseparables compadres.


El centro de atención


El ex presidente, que permanece recluido en la sede de la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes), desde el 22 de setiembre tras su extradición de Chile, parece disfrutar de ser el centro de atención. Al fin y al cabo, no le espera un futuro prometedor, y el pasado no hace más que perseguirlo e intentar condenarlo. Él es el director de esta puesta en escena; es también el protagonista del primer juicio televisado a plenitud en la historia peruana.


El que para muchos es un retorcido personaje con serios problemas psicológicos, se escudó una y otra vez en su derecho al silencio. “NO voy a revelar los secretos de Estado. Esos asuntos son materia de Inteligencia”. Así combatía a un pasivo, José Peláez Bardales, fiscal supremo.


Después de todo, el “Doc.” regresa a la Base naval del Callao, donde permanece recluido desde el 2001, y es procesado por una serie de delitos derivados de la red de corrupción que tejió durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000). Su declaración no se tomará en cuenta.


Para algunos, Vladimiro era subordinado del ex mandatario, pero no con dependencia directa de jerarquía institucional, ya que era funcionario del SIN pero de segundo orden. Por tanto, Fujimori tendría responsabilidad política, más no penal, y lamentablemente, dicha responsabilidad no es sancionable.


Finalmente, parece que el capítulo más emocionante de la novela ya acabó. ¿Habrá más sorpresas?

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