
En el transcurso de la obra se presenta a Márquez, descrito por el autor como el periodista más duro, testarudo, pero también “con los ojos ni abiertos ni cerrados“.Es así como se muestra al periodista en esta obra, con los ojos no tan abiertos como para dejarte llevar por lo que sientes al mirar a tu alrededor, ni lo suficientemente cerrados como para no sentir nada al ver el dolor ajeno.
Pero, debemos tener cuidado de cerrar mucho los ojos, no vaya a ser que en un parpadeo dejemos de comportarnos como seres humanos.
“A Márquez las lágrimas no le dejaban enfocar bien, por eso no lloraba nunca cuando sacaban de los escombros niños con la cabeza aplastada aunque, después, pasara horas sentado en un rincón sin abrir la boca.”, aquí vemos a un periodista para el cual el quehacer está primero. Sin embargo, aunque en silencio existe un ser que también sufre pero que ha aprendido a dominar sus sentimientos y se mantiene en pie de batalla cuando por su labor así lo requiere, aunque para ello deje de lado su sensibilidad humana.
Muchas veces los periodistas armados de una cámara van a los conflictos para registrar la verdad de las guerras, escenarios donde ponen en riesgo su vida por informarnos acerca de una cruda realidad y esa labor es sin duda rescatable. Pero, ¿qué pasa cuando la actividad periodística sobrepasa la ética y se convierte en mero sensacionalismo?.
En Territorio comanche, el periodista arriesga su vida por una buena toma y por una historia que lo acompañe, como la obsesión de Márquez quien permanecía horas cerca del puente de Bijelo Polje con el único propósito de observar su estallido que poco le importaba que se emitiese o no; obsesión que fue más allá de la profesión y lo alejaba del ser humano.
Es admirable la labor que realizan algunos periodistas quienes arriesgan su vida para cumplir con su misión y poder brindarnos informaciones que muestran una realidad muchas veces dura como la que se vive en una guerra; vivirla al tiempo que se informa es aplaudible.No podemos ser indiferentes a situaciones distintas a la nuestra ;pero, ¿qué pasa cuando aquella cámara se convierte en un cómplice pasivo de aquella terrible realidad?.
Arriesgar la vida no es reprochable cuando el fin es bueno, como lo que hace un bombero para cumplir su labor.Pero, en algunas ocasiones se da poco o ningún valor a la vida y esto es también muestra de la falta de humanismo.Muchas veces el cumplimiento de la misión gana la batalla y el periodista termina ahogándose en su propia ambición: “no le gustaba que Barlés ayudase a los equipos de rescate porque se metía en cuadro y estropeaba el plano”.
¿Hasta qué punto llega el periodista cuando ejerce su labor?, ¿es acaso aceptable que una imagen valga más que el ayudar a salvar una vida? .No lo creo. Comportamientos como el que Reverte nos describe sólo muestran a un ser que se encarga de satisfacer su propio morbo y el de cierto público que opta por el sensacionalismo, punto al que no se debe llegar.No es necesario que el periodismo llegue a ser sensacionalista para ser bueno, el sensacionalismo sólo rebaja el nivel del trabajo periodístico
El mostrar imágenes que causan estupor como las de personas gravemente heridas, envueltas de sangre o cadáveres significan una gran falta de respeto al público, entre el cual no debemos olvidar también encontramos a los familiares y amigos de las víctimas.
Es necesario que el periodista sea conciente de ello y actué como un ser racional, esencialmente humano y no se haga del periodismo una carnicería humana donde se goza con el dolor ajeno.
No es posible que profesionales de la información renuncien a su sensibilidad ante el sufrimiento de otro, pues es aquella la que debe guiar su actuar, sin dejar que en el cumplimiento de su labor se abandone al ser pensante y sensible.
Otro aspecto que muestra esa contraposición entre profesional y ser humano es el factor económico; éste es quizás el que más pierde al periodista quien se justifica en sus necesidades básicas para satisfacer muchas veces su afán lucrativo por el cual antepone numerosas veces el obtener una imagen de dolor de quien le pide ayuda en vez de extenderle una mano.
El periodista está llamado a cambiar aquello que a lo largo del tiempo él mismo ha ido alimentando, la idea de creer que sangre y lágrimas es lo que más vende y en función de ello se debe trabajar.Es necesario que con ayuda de las habilidades comunicativas que el periodista desarrolla logre modificar esa terrible visión en beneficio de un periodismo inteligente que no haga uso de elementos propios del sensacionalismo.
Esta situación debe cambiar, ya es hora de que la competencia deje de favorecer a quien muestra las imágenes más descabellantes, no se debe confundir el carácter realista con el sensacionalista.
El profesional con su labor y el ser humano sensible no tienen porque alejarse ,más bien complementarse en pro de un periodismo de calidad. No permitamos que un simple parpadear nos aleje del motor de nuestra profesión: la sensibilidad humana.
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