
No se olvidarán jamás…
Sangre humana inocente que corrió, como aguas de río sin control, a consecuencia de actos cometidos demencialmente por quienes intentaron aplicar una política insensata, cruel, insana, y criminal que se describe en cada episodio y lugar donde sucedió. Justificaciones sociales, étnicas, culturales e históricas se han destilado para describir un panorama de criminalidad, sangre y bestialidad a lo largo de más de una década de horror.
Huellas de horror, nos hace trasladarnos hace 25 años atrás en la que una localidad Ayacuchana llamada Uchuraccay sufrió uno de los casos más complejos e impactantes que el país tuvo que presenciar durante el conflicto armado interno. Por un lado, conocer la forma en como los comuneros enfrentaban a la subversión y los equívocos que se suscitaron debido a la escasa presencia policial y militar. De otro lado, el drama de una comunidad que fue diezmada por la insania de Sendero Luminoso. Y además las diversas interpretaciones y opiniones que ha generado este caso que causo y sigue causando esta polémica.
Este pueblo de Uchuraccay que a pesar de ser una población muy pequeña de la puna ayacuchana, trascendió en los medios peruanos y mundiales debido a las brutalidades cometidas, pues era supuestamente una comunidad remota ubicada en las alturas de la provincia de Huanta, y fue ahí que un 26 de enero de 1983 ocurrió la matanza de ocho periodistas de importantes diarios limeños y locales, además de un guía y un comunero de la zona, sin duda, fue uno de los hechos más sonados y controvertidos de la época, con el que se inició al espectáculo mediático de la violencia política en el Perú, y a su vez se convirtió en un tema nacional. En la que ocho periodistas ofrendaron sus vidas en el cumplimiento de su labor informativa, pues dio al país indicios de la compleja naturaleza del conflicto y que más tarde se convirtió en un amenazante ejemplo de los riesgos asociados al libre ejercicio del periodismo en los años futuros.
A pesar de todo ello, aunque suene crudo, son la valentía y el amor por su trabajo el que servirá de ejemplo para los futuros periodistas que por ir en busca de la verdadera primicia encuentran desgracia y muerte, todo por el cumplimiento de su deber.
Uno de las personas que sufrió el brutal atentado fue Willy Retto (reportero del diario El Observador) que hasta el último instante, el último suspiro siguió fotografiando la manera como asesinaban cruelmente a sus compañeros, pues obviamente este hecho nos llena de admiración, y acaso esto nos conlleva a adoptar la idea de “la vida a cambio de una primicia”, si para algunos resulta admirable, pues para otros representa un hecho lamentable y realmente triste la manera como se acaba con la vida humana o como afirma Gustavo Gorriti que “representa un gesto para el periodismo”.
Pues bien, la historia trágica y sangrienta inicia una mañana en la que los periodistas partieron del hostal Santa Rosa rumbo a la imprenta de Octavio Infante García. Pues seis días antes, el jefe militar Clemente Noel había dicho que siete senderistas habían sido asesinados por los pobladores en una demostración de valentía y rechazo a los crímenes que se cometían en los poblados más olvidados. Los hombres de prensa abandonaron el hostal, en busca de la verdad. Ellos eran Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez (Marka), Willy Retto y Jorge Mendívil (El Observador), Jorge Sedano (La República) y Amador García (revista Oiga), Después se unieron los corresponsales ayacuchanos Félix Gavilán (Marka) y Octavio Infante, además del guía Juan Argomedo. A pesar que pasaron por varios controles militares y policiales, sin embargo nadie les advirtió del peligro que corrían al ir a ese lugar.
Aproximadamente a las 4 de la tarde llegan los periodistas a las afueras de Uchuraccay por tierra, sin saber que los comuneros habían recibido el mensaje que los enemigos llegan por tierra y la policía por aire entonces alertados los comuneros, van al encuentro de los hombres de prensa armados con sus herramientas de trabajo. Se pretendió llegar aun acuerdo, sin embargo el diálogo entre ambas partes es difícil de sostener debido a la desconfianza de los campesinos y no a las diferencias idiomáticas como se afirmaba.
Fue cerca de Uchuraccay donde los ocho periodistas fueron detenidos. Con palos, machetes y piedras los agredieron, posteriormente sus cuerpos fueron enterrados semidesnudos, de a dos y de cara a la tierra, ¡horror! ¿Qué se hace ante estos sucesos bestiales? ¿Acaso puede existir alguna razón para justificar estos hechos? Es justo acabar con la vida de hombres dedicados aun trabajo difícil pero muy reconfortante como el periodismo. De otro lado ¿qué hacemos o como reaccionamos ante el constante pánico en que vivían los comuneros por el acoso de los terroristas? y los momentos de terror que tuvieron que sufrir por una guerra política encabezada por Sendero Luminoso.
Huellas de horror, nos hace trasladarnos hace 25 años atrás en la que una localidad Ayacuchana llamada Uchuraccay sufrió uno de los casos más complejos e impactantes que el país tuvo que presenciar durante el conflicto armado interno. Por un lado, conocer la forma en como los comuneros enfrentaban a la subversión y los equívocos que se suscitaron debido a la escasa presencia policial y militar. De otro lado, el drama de una comunidad que fue diezmada por la insania de Sendero Luminoso. Y además las diversas interpretaciones y opiniones que ha generado este caso que causo y sigue causando esta polémica.
Este pueblo de Uchuraccay que a pesar de ser una población muy pequeña de la puna ayacuchana, trascendió en los medios peruanos y mundiales debido a las brutalidades cometidas, pues era supuestamente una comunidad remota ubicada en las alturas de la provincia de Huanta, y fue ahí que un 26 de enero de 1983 ocurrió la matanza de ocho periodistas de importantes diarios limeños y locales, además de un guía y un comunero de la zona, sin duda, fue uno de los hechos más sonados y controvertidos de la época, con el que se inició al espectáculo mediático de la violencia política en el Perú, y a su vez se convirtió en un tema nacional. En la que ocho periodistas ofrendaron sus vidas en el cumplimiento de su labor informativa, pues dio al país indicios de la compleja naturaleza del conflicto y que más tarde se convirtió en un amenazante ejemplo de los riesgos asociados al libre ejercicio del periodismo en los años futuros.
A pesar de todo ello, aunque suene crudo, son la valentía y el amor por su trabajo el que servirá de ejemplo para los futuros periodistas que por ir en busca de la verdadera primicia encuentran desgracia y muerte, todo por el cumplimiento de su deber.
Uno de las personas que sufrió el brutal atentado fue Willy Retto (reportero del diario El Observador) que hasta el último instante, el último suspiro siguió fotografiando la manera como asesinaban cruelmente a sus compañeros, pues obviamente este hecho nos llena de admiración, y acaso esto nos conlleva a adoptar la idea de “la vida a cambio de una primicia”, si para algunos resulta admirable, pues para otros representa un hecho lamentable y realmente triste la manera como se acaba con la vida humana o como afirma Gustavo Gorriti que “representa un gesto para el periodismo”.
Pues bien, la historia trágica y sangrienta inicia una mañana en la que los periodistas partieron del hostal Santa Rosa rumbo a la imprenta de Octavio Infante García. Pues seis días antes, el jefe militar Clemente Noel había dicho que siete senderistas habían sido asesinados por los pobladores en una demostración de valentía y rechazo a los crímenes que se cometían en los poblados más olvidados. Los hombres de prensa abandonaron el hostal, en busca de la verdad. Ellos eran Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez (Marka), Willy Retto y Jorge Mendívil (El Observador), Jorge Sedano (La República) y Amador García (revista Oiga), Después se unieron los corresponsales ayacuchanos Félix Gavilán (Marka) y Octavio Infante, además del guía Juan Argomedo. A pesar que pasaron por varios controles militares y policiales, sin embargo nadie les advirtió del peligro que corrían al ir a ese lugar.
Aproximadamente a las 4 de la tarde llegan los periodistas a las afueras de Uchuraccay por tierra, sin saber que los comuneros habían recibido el mensaje que los enemigos llegan por tierra y la policía por aire entonces alertados los comuneros, van al encuentro de los hombres de prensa armados con sus herramientas de trabajo. Se pretendió llegar aun acuerdo, sin embargo el diálogo entre ambas partes es difícil de sostener debido a la desconfianza de los campesinos y no a las diferencias idiomáticas como se afirmaba.
Fue cerca de Uchuraccay donde los ocho periodistas fueron detenidos. Con palos, machetes y piedras los agredieron, posteriormente sus cuerpos fueron enterrados semidesnudos, de a dos y de cara a la tierra, ¡horror! ¿Qué se hace ante estos sucesos bestiales? ¿Acaso puede existir alguna razón para justificar estos hechos? Es justo acabar con la vida de hombres dedicados aun trabajo difícil pero muy reconfortante como el periodismo. De otro lado ¿qué hacemos o como reaccionamos ante el constante pánico en que vivían los comuneros por el acoso de los terroristas? y los momentos de terror que tuvieron que sufrir por una guerra política encabezada por Sendero Luminoso.

Uchuraccay es el mejor ejemplo de los graves destrozos, sociales, humanos y económicos que provocó la guerra entre Sendero Luminoso y el Gobierno del Perú.
Actualmente, todas estas experiencias siguen siendo temas presentes en las vidas y memorias de estas personas, las cuales marcaron nuestra historia. Una violencia terrorista que fue entendida como el inicio del horror de la violencia en los Andes, una historia sintomática de lo que ocurrió en esos años: una agrupación político – terrorista sanguinaria azotando a la población, una política antisubversiva errática, resignación de la autoridad civil, interpretaciones erróneas sobre la realidad del campo peruano, distancia y discriminación frente al sector más olvidado de nuestra sociedad, uso de los hechos de violencia con fines políticos, indiferencia frente al drama de las comunidades, violencia generalizada, periodistas que fueron víctimas en su búsqueda de la información y una comunidad afectada en sus modos de vida por una generación. Este drama de Uchuraccay siempre será recordado especialmente por todos los que laboran en la profesión del periodismo, quedaran en sus corazones esas huellas de dolor que dejaron estos mártires y también quedaran los años que fueron y las tareas pendientes de la sociedad peruana por encontrarse a si misma.
Por: Guisela Sandoval Yupanqui
Liza Santiago Zavaleta
Liza Santiago Zavaleta
0 comentarios:
Publicar un comentario