El mundo comanche

Fuente: http://www.aldeaeducativa.com/


La guerra es la continuación de la televisión por otros medios. La realidad real imita la realidad virtual que imita la realidad real, en un mundo que transpira violencia y muerte, por todos los poros. La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo.

Sí, el fin es ese, consumir violencia, al menos consumir la necesaria violencia para seguir matando y ganando dinero. Esta es la esencia que brota de mi pensamiento, luego de leer Territorio Comanche. Obra donde los protagonistas son corresponsales de TVE que se encuentran cubriendo las Guerras Yugoslavas, y aunque lo excitante de este relato no está en los protagonistas y ni en Yugoslavia, sino en la guerra y el camino a la muerte. Apasionante son lo muertos, los heridos, los desaparecidos y sobre todo la soledad y el silencio de estos. Apasionante resultan para los reporteros, que buscando andan sobre cadáveres, el mejor ángulo. Frivolidad y pragmatismo se unen en matrimonio, mientras que el sentimentalismo se muere, porque no resulta beneficioso.

Apasionante resulta, porque Territorio Comanche es realmente una metáfora del mundo. Diría mejor, no estamos lejos del territorio comanche, tampoco cera, sino que estamos dentro de él. Aquí en el mundo real también hay reporteros que cubren guerras, frívolos y pragmáticos y ajemos a todo sentimentalismo. También hay muertos, heridos y desaparecidos, en soledad y en silencio, y sobre todo los que matan o mandan matar; aunque en este mundo real, muchos se hacen los muertos. Territorio comanche es el mundo a cada paso. Es el mundo Comanche.

El lugar donde los caminos están desiertos y las casas son ruinas chamuscadas; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos. El suelo de las guerras está siempre cubierto de cristales rotos. Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie, sabes que te están mirando. Donde no ves los fusiles, pero los fusiles sí te ven a ti.
Este mundo Comanche es igual. Los pobres cuestan menos que la balan que los mata, este mundo Comanche, desprecia la sensibilidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Los refugiados que huyen del avance musulmán: primero coches cargados de gente con maletas y bultos, con críos sucios y asustados; tras andaban soldados exhaustos con la mirada distante, perdida; nos dice la obra y perece que nos contase la realidad peruana, donde la gente también huye con maletas y bultos del país, ante el avance del hambre y miseria, exhaustos con mirada distante y perdida.

El mundo Comanche recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles. ¿Supervivencia de los más aptos? La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el instinto asesino, es virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas chicas y para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar comida con un cuchillo en la mano.

Este mundo Comanche no tiene nada que envidiar. Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo. La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen, con una frivolidad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tira bombas.

Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en plan minorista, la misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales condecorados por crímenes que se elevan a la categoría de glorias militares. Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los derechos humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles. Los países que custodian la paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los demás países; son dignos de impunidad y felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero con el menor.

Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en el mundo Comanche. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y un enemigo y no como una promesa, nos reduce a la soledad y quietud de un muerto. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de indignación, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.

¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? Los muertos del territorio comanche, somos todos, esta guerra nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. Así practica el crimen, y así lo recomienda. En este mundo Comanche, son obligatorias los cursos de impotencia, amnesia y resignación. Y aunque está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, los muertos que se hacen los muertos no respiran o no quieren respirar la verdad.

Márquez y Bárles, son las dos opciones de cualquier postulante a periodista, Márquez frívolo y pragmático, mientras que Bárles: sentimental y humanitario. Si el fin es el consumo de violencia para producir más violencia, con lo cual aportar a la industria de violencia, ayudemos a los equipos de rescates, aun así se estropee el plano de toma y no ahoguemos las lágrimas que puedan desenfocar el mejor plano. Démosle fin a la Guerra en este mundo Comanche.

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