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Cuando creíamos que la versión peruana de la Gran Estafa (Banco de Materiales) no tendría segunda parte, aparecen las facturas de los gastos diarios del Fondo Mi Vivienda. Irónicamente, los responsables mayores, porque se encargan de vigilar su correcto manejo, aparecen para declarar y defender lo indefendible o lo que es aun más vergonzoso, no para ellos sino para quienes escuchamos, lo obvio del asunto, el delito infraganti sería menos probatorio y acusador.
Pero qué pasa con estos funcionarios unidos por una particularidad sutil, el de integrar un fondo nacional destinado a la construcción y facilitación de viviendas.
Sí, viviendas, un problema que aqueja a la población en exceso, la falta de un ambiente habitacional propio se ha convertido en una prioridad para miles de peruanos que ven en este tipo de programas promovidos por el gobierno, una alternativa, una solución, una salida accesible en cuestión bancaria y legal. Y que hacen estos respetables funcionarios con esa necesidad, enfrascada por los engorrosos trámites burocráticos y las negaciones de una vida de clase media u otra menor que no le permite a un ciudadano de a pie ahorrar para presentarse a una asociación de bienes raíces con la total disposición de adquirir la casa de sus sueños, o aunque sea una que se acomode a su cuenta.
Apenas nombrados en abril, estos dignos representantes del gobierno en tareas administrativas para la población; porque eso es lo que son: administradores contratados, mostraron una conducta patológica, característica, casi convertida en rasgo típico institucional del grupo de poder de turno.
¿Una cuestión de despidos en grupo?, se preguntaron, quizá sería la mejor decisión, pero sin duda no lo fue para los 30 despedidos, entre ellos 8 gerentes. Pecados capitales de estos mortales cuya sentencia no permitió ni siquiera una remota posibilidad de perdón y contrición.
Pero, ¿cuál fue el pecado de estos hombres?, el jefe de Finanzas, Alejandro Ruiz; de Marketing, Reinaldo Suzzano; de Riesgos, Jessica Gonzáles; de Tesorería, Guillermo Gutiérrez; Comercial, Juan Hurtado; de RR.HH, Manuel Ramos; y los de Medios y Contabilidad no tuvieron mejor idea que alertar sobre los gastos injustificados y el impacto negativo que esto tendría en los balances e imagen de la institución. Y como toda costumbre de la era dónde la palabra no basta, sino hace efecto la premisa de una investigación, muy usada por cierto: papelito manda. Para eso está la documentación de Perú 21, que con documentación en mano difundió la ultimita, la calientita del día.
Y qué dijeron el gerente general, Luis Izaguirre y el presidente del directorio, Guillermo Alarcón, algo de ripley, directo para el archivo de guiness como una de las explicaciones más fantásticas dicha por un funcionario público peruano, en cuya categoría hay competencia dura, una que se innova con el tiempo. No existen índices positivos, afirmaron. Izaguirre manifestó, “tratamos de enmendar los objetivos del programa que no fueron cumplidos. A algunas personas se les evaluó y otras fueron despedidas por decisión de la directiva”. Empero que contradicción con los informes positivos de las auditorias, tanto de la Contraloría como de la Superintendencia de Banca y Seguros que echan por tierra sus argumentos.
El problema debe ser un tipo de daltonismo desconocido por Izaguirre, uno que confunde resultados positivos con negativos, uno que confunde enormes fondos con carencia de dinero, o ¿no?, porque desde el 2003, esta entidad tiene un presupuesto anual de S/. 6 mil para Gastos de
Representación que, según las normas y el mismo Izaguirre, debe cubrir sólo las invitaciones a funcionarios de otras empresas estatales o públicas. Sin embargo, a inicios de junio Izaguirre pidió S/.20 mil adicionales pues, en dos meses, la nueva gerencia había agotado sus fondos. Esto sin contar que, en abril, el gerente creó en su despacho una caja chica de S/.2 mil mensuales, una cuenta que cubre gastos tan necesarios y útiles para el fondo como es la alimentación de la gerencia, incluyendo los feriados largos o los fines de semana. ¿Qué problema es la alimentación?, si lo sabrán los peruanos que a veces se ven obligados a minimizar sus gastos en ella para poder ahorrar y soñar con la cuota inicial de la casa propia.
Y la mejor parte es nuevamente la explicación insólita de la cabeza de la institución, Izaguirre en un acto suicida de drogadicto que no acepta su adicción, rechaza la problemática del asunto; “Trabajamos 14 horas diarias, tenemos un cafetín y para eso (el pago de consumos) tenemos caja chica. El presidente anterior (Humberto Nadal) venía una vez al mes, el nuestro trabaja 15 horas diarias y yo también”, alega ilógicamente, olvidando (que memoria tan conveniente) que cada funcionario debe cubrir su almuerzo con dinero de su bolsillo y no con recursos del Estado.
Para la graficar precisamente la versión oral de “el repaso”, insiste con argumentos aun más detestables, “En otras entidades del Estado va a encontrar fondos muy superiores a los que ha visto. ¡Yo tengo que hacer que mi gente funcione!”.
Descaro visible de esta gente, la que para hacer su trabajo, pagado claro está, y hasta demás habría que cubrirle sus gastos no sólo de almuerzo, sino también de cepillos dentales, mascarillas faciales y hasta toallas. Suponemos que las mascarillas son para Izaguirre, quién a pesar de su esfuerzo no puede ocultar su auténtica cara, una que no se borrará aun con los tratamientos faciales que pagaba con nuestro dinero.
El siguiente tráiler que esperamos será la respuesta del Ministro de Vivienda y Construcción, Enrique Cornejo, ¿cuál será su argumento?. Y lo aún más esperado que dirá Alan García de esto, el que iracundamente ya dijo una vez, "a los malos funcionarios se les mandaría a su casa". A ver si se van a una de cartón como la de muchos peruanos.
Gelka Dobbertin Sánchez
Neida Palomino Puertas
Lucyana Zavaleta Urtecho
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