Negligencia, pérdida y lágrimas




Llegué al hospital por la tarde para visitarlo. Dormitaba. Al parecer, se estaba recuperando. - ¿Cómo está, el tío más lindo? – pregunté con aquel trato de respeto y admiración. Bien hija, respondió en voz queda.- ¿De veras está bien?- insistí al notar su actitud extrañamente taciturna. -Sí, hijita – demoró en responder-, solo tengo sueño- su voz sonaba como lejana. -Dijo el médico que pronto podrá regresar a casa. ¿No está contento?- pregunté. -¡Quién sabe, hija quién sabe! -Y me miraba con aquellos ojos mansos; profundos… como ventanas hacia un paisaje sereno. A un país que no existe en este mundo…
Al anochecer del día siguiente, la enfermera de turno, llamó a mi casa, me encontraba sola, - su tío se agravó mucho- me dijo –Que extraño- respondí, justamente esta mañana llamaron para decir que ya podía regresar a casa.
Es verdad- siguió diciendo-, pero dio un vuelco repentino. Será mejor que su papá venga al hospital en seguida.

Era el mes de agosto de 1994, lloviznaba levemente. Al llegar al hospital con papá después de insistirle que me llevara, vi en la enfermera un rostro triste, se acercó a papá. Otra enfermera se acercó también y un médico joven.
-Sr. Gutiérrez, nos da mucha pena tener que decirle que su hermano falleció ya. Me turbé por un momento- Su hermano pasó al descanso en la más perfecta paz- añadió la enfermera- Mientras dormía, su corazón empezó a fallar. Llamé al médico de inmediato. Había poco que pudiera hacerse.

Con la ayuda de papá pude entrar con él en la habitación una vez más. Me acerqué entonces a su cama. Parecía estar descansando. Su piel iba tomando un color pálido. Su pecho ya no se movía. Sus brazos caían blandamente a los lados de su cuerpo. Me senté en una silla junto a él, y quede absorta contemplando aquel rostro noble. Mis lágrimas no las pude contener sabía que no lo volvería a ver.

Una mezcla de tristeza y odio se alojó en mí. Mi tío se convirtió en una de las víctimas de un inescrupuloso conductor que bajo los efectos del alcohol perdió el control de su auto. Atropellándolo.

La tasa de alcohol en la sangre evitó al hombre reaccionar a tiempo. Pero a pesar de las pruebas no recibió ninguna sanción y el juez de turno terminó por liberarlo.
En el Perú, según el Ministerio del Interior, el 84 por ciento de los accidentes pudieron evitarse porque fueron ocasionados por la irresponsabilidad de los conductores.
Cuando un conductor se pone detrás de un volante en estado de ebriedad, su sano juicio se encuentra severamente deteriorado y frecuentemente va a velocidades excesivas, da vueltas prohibidas, no se detiene ante la luz roja de los semáforos o letreros de alto, y maneja en sentido contrario.
Este parece ser el común denominador en los accidentes ocasionados por conductores ebrios, los negligentes se dan a la fuga o no son castigados.

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