Porque nadie paga más



Aunque ya declararon ineficaz el testimonio del ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos, no estaría de más contar la historia de tan acalorada sesión en la sala penal donde se juzga al ex presidente Alberto Fujimori. En este baile de los “ex”, un furibundo Montesinos nos dio clara lección de lo que sucede cuando la impertinencia conviene con la excesiva benevolencia de los titulares del tribunal. Parecían los viejos tiempos en que el siniestro personaje dictaba la agenda nacional y a una sola palabra parecía modelar la realidad del país.

Desde tempranas horas, “el Doc”, como fuera conocido en sus añejos días de gloria, estuvo en la audiencia esperando que se iniciara su interrogatorio. Luciendo sus antiguos atributos de poder, Montesinos se fija en su lugar de testigo arrogante. Seguramente, recordaba el libreto. Seguramente, calculaba cada uno de sus movimientos. Aunque no se trataba precisamente del Chapulín Colorado, pues inquiero que no cabría el más mínimo error en su testimonio. Se sentó finalmente y se dio inicio a la sesión.

Como recordarán algunos de los televidentes de sesiones anteriores, el fiscal que procedía con los interrogatorios fue Avelino Guillén, quien se mostró frecuentemente incisivo para con los testigos, sean estos de la parte acusada o aún de la parte acusadora. Sin embargo, no fue Guillén quien procedió esta vez, sino Peláez el que llevó a cabo la inquisición. De más tampoco está el adelantar que Montesinos hizo a su completo antojo con el fiscal y con los miembros de la sala.

Algunos señalan que Montesinos debe estar loco –no lo digo yo solamente, sino también psicoanalistas como Saravia o Bruce. Sólo así se explica la extrañeza de ciertas solicitudes hechas al tribunal. No declararé nada relacionado con el año 91 hacia atrás ni del 92 para adelante. ¿Es que acaso nuestro buen Vladimiro no quería contarnos algunos pormenores del inocente picnic que a bordo de tanquetas hicieron aquella noche de abril del 92? O tal vez deseaba evitar bochornosas conversaciones sobre esos videos protagonizados por él y, siempre según él mismo, por órdenes de Fujimori?

Luego vino el agravio a Máximo San Román, cocinero del ex presidente por inclinación natural de su mala inteligencia, según la versión autorizadísima del furioso relator. Y ya que hablamos de eso, ¿recuerdan cuando corrigió al fiscal en tono de desacato sobre los significados de mando y comando? ¿Recuerdan también cuando luego de justificar el uso de la delincuencia y el terrorismo de Estado por razones de éste, se negó a seguir declarando y se acogió, aunque improcedentemente, al derecho de silencio? También recuerdo que el juez y el fiscal, pese a las protestas del mismísimo Nakazaki, asintieron sonrientes.

Pensábamos asistir a un juicio, pero creo que Chespirito es más serio cuando caracteriza al mal hablado Chompiras que Montesinos con declaraciones que ruborizarían al mismo Maquiavelo. Es curioso que justamente, cuando el país presencia el funcionamiento de la maquinaria judicial en busca de recomponer la decencia nacional, tengamos que acordarnos, aunque a través de tristes analogías, del cómico mexicano. Porque eso fue el juicio desde su inicio: un circo en que las declaraciones hacían las veces de acróbatas y maromeros… y ya sabemos que los payasos siempre son los mismos.

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