Mientras las olas y brisas del mar de Huanchaco avivaban una onomatopéyica melodía, en el interior de una discoteca la música seguía sonando.
Un “A llorar a otra parte”, de los Hermanos Yaipén, era coreado a viva voz por las hermanas Diana Luz y Mary Luz Escobedo, quienes no dejaban de bailar las últimas pachangas de moda (de ésas que no paras hasta terminar la última estrofa). Era un 26 de julio, el inicio de la celebración por fiestas patrias.
Dianita y Maryta(así las llamaban de cariño), vestidas por coloridos atuendos, destilaban con expresivas sonrisas un espíritu fresco y juvenil, espíritu por el que decidieron salir de Huanchaco y seguir la fiesta en otra cuidad del norte.
Mientras decidían el lugar exacto a donde se dirigirían, aparece en escena Renato; amigo de ambas, un tipo relativamente joven, de aspecto fornido, de estatura media y aparentemente confiable. Muy amable saluda a ambas, y se hace partícipe de la elección del siguiente lugar donde se seguirá la celebración de fiestas patrias.
Luego de una divertida plática los tres decidieron, por fin, el lugar de destino: Chiclayo, una cuidad conocida por su gente de carácter festivo.
La moderna camioneta cerrada maraca Mitsubishi, era el transporte cómodo y perfecto en el que enrrumbarían el viaje. Maryta era las mas entusiasta, sus grandes ojos verdes y su cabello castaño proyectaban una luminosidad cálida y viva que trataba de contagiar a su hermana Dianita, quien ya no parecía muy contenta, motivo por el cual le dirigió aún mirada inexpresiva como si presintiera que algo saldría mal.
Se acerca la media noche, la camioneta, la camioneta seguía su recorrido por el kilómetro 10 de la Panamerica Norte, con la radio a todo volumen. De pronto Renato, contagiado por la eufonía que le produjo los martines que había bebido, pisó más fuerte el acelerador. Dianita sudaba frío y Maryta angustiada le pedía que baje la velocidad, pero Renato estaba extasiado y pisó aún más fuerte el acelerador. La camioneta dio todo un espectáculo al dar varias vueltas de campana, la música cesó. Maryta y Dianita se encontraban entre los fierros retorcidos de la irreconocible camioneta, Renato desapareció y dejó a sus “amigas” en aquel lugar, en donde horas más tarde, el sonido de las sirenas de la ambulancia y de la policía de carreteras anunciaban un fúnebre 26 de Julio.
Un accidente más; las estadísticas son alarmantes, ya que más de 500 mil accidentes de tránsito se registraron en los últimos siete años en el país. Como en muchos otros accidentes, el exceso de velocidad y la imprudencia son los indicadores que originan estos eventos tan lamentables. Tal vez Renato ande tranquilo y bebiendo más martines en algún bar de Trujillo, pero nunca olvidará ese fatídico fin de semana, en el que provocó la muerte de las hermanas Escobedo, que tenían como plan viajar a Chiclayo para janearse al son de música criolla, y es que frecuentemente lo hacían pero esta vez sin boleto de retorno.
¿Cómo saber que en este preciso momento estamos vivos? ¿Quién puede asegurar que lo estamos? ¿Cómo saberlo?, sólo Dios sabe que nos puede pasar mañana; dicen que él nos protege, pero no estaría de más darle una ayudadita para tal efecto.
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