Testigo Molesto O Japonés

De ser quien te saca en la tele para que te vea la novia, te conviertes en testigo molesto, yebenti mater.

Los cascos azules españoles los llamaban japoneses porque llegaban, se hacían una foto y se iban lo antes posible.


Territorio Comanche



El “prime time” de los noticieros es las 10 de la noche, ya a esa hora todos llegan a casa. La hora del resumen, todo el día en una hora.

Los noticieros, nos venden la realidad inmediata del día, los protagonistas son bastante conocidos, los vemos cotidianamente, rutinariamente sería el término. Pero ¿quiénes son esos protagonistas?, pues son los mismos con los que chocamos durante el día, solamente que no los percatamos porque vamos muy ocupados mirando el reloj.

De todas las personas que conozco me atrevería a afirmar que casi ninguna sabe cómo se llama su casero del mercado o el vendedor del kiosco de dónde compran su periódico todas las mañanas. La mayoría de gente hemos adoptado una rutina en la que no entran personas ajenas a nuestro trabajo, estudios, amigos, familia, etc. La pregunta inmediata que surge en mí es ¿sucede lo mismo con un periodista?, ¿acaso convive tanto con la noticia que todas resultan ser la misma, sólo con diferente personaje?.

Arturo Pérez- Reverte nos muestra, como un noticiero, un territorio comanche que bien podría adoptar el nombre de alguno de nuestros vecindarios, una zona desconocida donde el periodista acostumbrado ya a convivir con bombas y denotaciones, transita en alto riesgo en busca del mejor plano o el momento adecuado para gravar la transmisión de los sucesos de la guerra.

Nosotros, no chocaremos a menudo con bombas, pero si con gente cuya vida detona en nuestras narices pero no nos fijamos, porque al igual que los periodistas de la novela vamos en búsqueda de algo específico, la noticia para ellos, el vivir para nosotros, y simplemente ignoramos lo que no entra en nuestro plano.

Pero, ¿qué es peor: ignorar por desconocimiento, o por costumbre?. Me inquieta una teoría personal: los periodistas de Pérez- Reverte no ignoran, conocen demasiado como para detenerse a observar detalles por demás analizados. Los que trabajan como corresponsales de guerra son semejantes a cualquier peatón de las calles, su trabajo es el distinto. Y no es que sean insensibles o crudos, solamente cuesíón laboral, como lo es no saber el nombre de la señora que diariamente limpia tu aula, o tu oficina.

Mi teoría se fundamenta en la comparación de las conductas de cierta gente que comparte el día sólo cuando viaja en el bus de ida o de regreso, cuando almuerza en algún restaurante cerca de la oficina o cuando se cruzan en la misma acera. Asi como muchos de nosotros, los periodistas esperan que vuelen un puente como si esperáramos el micro en el paradero. Entonces no es costumbre sino parte de nuestro quehacer, parte de nuestra vida, necesidad primaria para nuestro vivir, y eso es lo que todos buscamos.

Que diferencia entonces, con aquellos que dicen conocer y no son inmunes a los destrozos de la guerra, o peor aun a esos que dicen no ser indiferentes a los destrozos de la vida diaria. A esos que en territorio comanche se los llama japoneses bien pueden encajar en nuestra rutina, aun sin ser o parecer orientales. Nos estremecemos contadas veces cuando vemos algo parecido en televisión, pero no lo hacemos cuando lo vemos pasar por nuestra ventana.

La rutina existencialista de vivir e ignorar lo que pasa a nuestro alrededor y escandalizarnos cuando alguien decide ir como voluntario a un campo de batalla o cuando un periodista que narra los hechos aparece en cualquier medio; sin duda, nos convierte en hipócritas a grandes luces. Hipócritas declarados porque nos colocamos un cartel de sensibilidad al 100% y no apreciamos siquiera al que escucha nuestra manifestación pública de comprensión y menester por la realidad.

¿Acaso la misma balanza que mide la sensibilidad del corresponsal de guerra no valdría para medir la nuestra frente a los noticieros todas las noches, o frente a la multitud diaria de las mañanas o las tardes?. La realidad de los corresponsales de TVE, son los enfrentamientos de las guerras Yugoslavas; la nuestra: tu ruta, tu salón, tus compañeros, tu familia, tus vecinos. ¿Les prestaremos la misma importancia a ellos que a una fila de cadáveres extendidos sobre una cuneta?.

Pero lo más evidente de la teoría del yo (planteada aquí, sin que tenga ninguna relación con Freud) es la negación de la misma después de tantas líneas, aunque sería mejor la aprobación de ésta con argumentos más explicativos. El que ignora por costumbre es más detestable que áquel que ignora por desconocimiento. Y en el caso comanche los periodistas no ignoran, ni están acostumbrados, porque jamás te acostumbras a tu realidad grotesca que te grita estoy aquí: mírame. El trabajo de ellos sin embargo no te pide acostumbrarte, ni ser parte de eso. El plano ya no es solamente los niños aplastados, o las casas derrumbadas; sino, es también el periodista que lo malogró porque empezó a llorar, o el que soltó el micro para ayudar a rescatar a los supervivientes. Asi tu trabajo ya no es caminar con la mirada fija hacia tu dirección porque ignores a la gente, sino porque ya eres parte de ellos y ellos parte de ti, no hace falta mirarlos porque están en tí y tú dentro de ellos. Una realidad que te sumerge en la propia, como la guerra consume a los periodistas de Reverte.

Entonces no caben los supuestos orientales que aspiran tomarse una foto para demostrar que estuvieron allí y para, con argumentos gráficos demostrar que saben del tema porque lo conocen de cerca. Entonces, no caben tampoco los orientales de tu vecindario que dicen saber el nombre del que les vende el periódico o del que les atiende en el restaurante, porque pueden conocer el nombre pero no al hombre. ¿Qué serias tú: un japonés o un testigo molesto?, un testigo molesto está presente siempre aunque moleste y mucho, pero el otro sólo espera una foto, una huella leve de su presencia para irse. ¿Te quedas o te vas?








Kolumna Vertebral

Neida Palomino Puertas

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