La última remesa

Por: Tali Fuentes Aranda y Freddy Rodríguez Mendoza


Hace ya tiempo que la bodeguita ubicada estratégicamente a dos cuadras de la cancha de fulbito no ofrece los enseres necesarios que cualquier cumplida ama de casa solicita para salir del apuro, cuando se levantó tarde, o cuando ocupándose de las vidas ajenas se demoró más de la cuenta en casa de la vecina, la leche, el pan, el café para el desayuno; el pollo, el arroz, las especias para el guiso son historia de otro tiempo.

“Para que voy a seguir vendiendo esas cosas si los precios se han disparado y mas es el esfuerzo que la ganancia” dice Martin ahogándose en el humo de su infaltable Next (cigarrillos de marca argentina) que mas los compra por vicio que por rentables.

Marina, su mujer quien le dio dos parecidos retoños hace ya dos angustiosos anos que partió para ese también país sudamericano llamado Chile ¿A dónde? Al que nos compró supermercados wong, al dueño de supermercados Tottus, Sagabalabella, Ripley, etc, etc. Si, ni más ni menos, como muchos paisanos Marina se gana la vida como fisioterapeuta y a juzgar por las remesas enviadas mensualmente no le va mal, se fue con la justa esperanza que el padre de Fernandito y Martin Junior administrara decentemente el negocio.

-Martin, unas rubias bien “helenas”, vocifera el gordo, con el polo mojado de sudor en el hombro, exhibiendo su amorfa panza.

-Como no hermano, todas están “al polo”.

-Música maestro – reclama muy eufórico “el profe” Jhon.

Bajo el toldo azul, con unas escasa cuatro mesas pero ocupadas eso si, Suena el disco de moda, claro no podría ser otro, (el grupo 5 pues) mientras Martin, taciturno reflexiona como de un ocupado ingeniero químico paso a ser padre y padre de sus hijos, ama de casa, bodeguero y finalmente cantinero en la cochera de su propia casa.

El hogar marchaba bien, la situación económica era aceptable, los niños están saludables, tienen una casa, un Volkswagen que a pesar de su antigüedad jamás los dejaba a mitad de camino, y una bodega que si bien no se vendía como en Metro había de donde jalar para gastos cotidianos. Mejor agradecido con la Divina Providencia no podía estar, pero por esos despiadados desequilibrios del mercado laboral, llegó un día viernes (trece para variar) a su casa con la moral hecha pedazos. Todo estará bien encontrarás otro trabajo, tu eres un buen ingeniero, yo puedo trabajar no te angusties lo consolaba su mujer…tengo una amiga en Chile… porque permití que se fuera. En medio de estas tristes cavilaciones lo trae de vuelta a “La Tranquera” la voz aguardentosa de alguien.

-Que pasa compadre ven acompáñanos, no hay mejor remedio para las penas que un buen trago. Dice el gordo depositando una colilla en un vaso lleno de sobrantes y cenizas. Pipo como lo llaman sus amigos siente el cosquilleo del licor en su garganta, mientras sus secuaces celebran que se haya aunado al grupo.

Una, dos, tres botellas, cajas, humo, otro next, un piqueo quizás. Muchas tardes como estas prolongadas hasta la medianoche son habituales después del partidito de futbol en la otrora tranquila bodega “Nandito”.

Martin se levanta confundido ya no hay nadie, todo está en silencio, siente como si le hubieran dado una paliza, y una pesadez tan grande en la cabeza como si cargara con todos los pecados de la humanidad, esta aturdido no sabe si es verdad o sonó que Marina regresó, estaba linda muy bien conservada, quiso abrazarla pero no, ella solo regresó para decirle que podía quedarse con su inmunda cantina, que sus hijos tendrán un padre ejemplar y muy bien remunerado en chile.

-También invierten en familias - pensó - fue la última vez que lo hizo con tanta lucidez.

1 comentarios:

Tali: ubica a tu historia en el tiempo y lugar. ¿Dónde ocurren los hechos? ¿En qué contexto?
Precisa por favor esos datos.

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