Una excursión por Territorio Comanche

Territorio Comanche es el retrato de las impresiones humanas. Arturo Pérez Reverte. No recurre a frases gratuitas, a artificios retóricos que sólo el autor entiende sino que a través de sus páginas intenta el diseño universal de nuestras más profundas percepciones y recurre a la puesta en marcha de los más intrincados mecanismos de la mente -mostrados aquí de manera admirable a través de palabras sencillas y a la vez exactas y demoledoras- como reflejo de innumerables experiencias que se repiten incesantemente. Es el retrato del tormento humano.

También es la historia de dos reporteros de guerra. Ni bien nos recuperamos de la impresión que nos causa el título, que es una referencia a los territorios donde el peligro acecha de una forma u otra, cuando nos vemos con Márquez fotografiando a un joven croata, cabellos rubios y ojos ni abiertos ni cerrados, precisamente muerto, en las cercanías del puente de Bjelo Polje, Croacia, que está a punto de ser volado por dinamita enemiga. se conoce lo puntual sobre el cadáver, alcanzando por algún mortero según se deduce por la distribución del polvo en su ropa. Márquez enfoca su lente utilizando como referencia la nariz del occiso... ¡oh, este muerto conserva su nariz! Un "lucky strike".

Tal es la contundencia con que los personajes de Territorio Comanche encaran a las circunstancias más adversas. Casi al mismo tiempo, Barlés supone que no hay cosa más quieta que ese muerto. ¿Nota de humor? No lo sabemos plenamente; sólo entendemos que se ha palpado levemente la concreción misma de la existencia sin necesidad de filosofía.

Una rápida revisión de Territorio Comanche nos revela automáticamente las bondades de su estilo. Casi de reportaje, su lenguaje es cotidiano, llano pero no acusa ambigüedades. La maestría de la composición radica justamente en este factor de limpieza. Si se quiere ser directo, no hay mejor forma sino siendo inequívoco. Esta ventaja del idioma de Pérez-Reverte la vuelve un instrumento adecuado para la precisión plástica de las descripciones, y aún de los breves retratos psicológicos.

Pero Márquez y Barlés no se nos muestran como los típicos héroe de las novelas anteriores del mismo autor, sino que conservan sólidos nexos con el mundo no sólo gracias a la fuerte contextualización de su trama, sino gracias a ese precioso don que es flujo de la memoria, técnica utilizada durante el siglo XX como símbolo de humanidad.
Con esta misma finalidad la utiliza Pérez-Reverte, para tentar una aproximación clara a los aspectos sórdidos del espíritu, y un breve estudio sobre el fin de la experiencia.
Parece decirnos que el objetivo de toda experiencia es el desgarramiento interno e incesante, pues volverá una y otra vez cada vez que su irritada piel sea acariciada.

Lo más cercano que Arturo Pérez-Reverte se encuentra de esta verdad es en las primeras páginas de su novela. El cuadro preciso del reencuentro con nuestro pasado en medio de la guerra. Un pasado que es de guerra. Guerra que se encuentra en los objetos más disímiles, los más impensables. Casi sentimos la exigencia del padre de Maldoror cuando ensayaba la alianza de las tijeras, el cráneo y la máquina de coser. Y no olvidemos el paraguas. El flujo de la memoria es la reproducción verbal de un fenómeno eidético que se mezcla con lo verbal incitado por determinadas circunstancias que golpean la sensibilidad. ¿Podemos ser insensibles ante la guerra? El encuentro más cercano con la mismidad humana se encuentra también en las primeras páginas; su reiteración casi musical la encontramos en las páginas siguientes.


Lo curioso es que el ejercicio no termina. No somos Barlés ni Márquez, pero nos sentimos identificados o aún llamados a continuar esa serie encadenada de reflexiones de las que no entendemos el origen y mucho menos conocemos el futuro, pero que ahora son preludios de nuestra propia corriente. La idea de la novela es vincularnos atrozmente y practicar una masoquista ternura para con los problemas del mundo.


Pero éste es un fin extraliterario; si nos ceñimos estrictamente a los límites de la narración, encontraremos muchas otras cosas. Una descripción de la existencia en sus términos precisos, una circunstancia muy poderosa cuyas consecuencias aún asolan a la región balcánica, un drama humano, una historia de riesgos profesionales –el periodismo lleva en sí mismo la semilla del riesgo- y un ensayo sobre cómo llevar la barbarie con un poco de humor.

Territorio Comanche es una novela por donde se le mire. Reportaje para algunos, reportaje a un hecho ficticio. Nada más gracioso. La materia de que se alimenta Territorio Comanche es la ficción contextualizada, por un lado, por un lado, y perspectivas claramente literarias, por otro. La distancia del narrador respecto de los hechos sirve de pretexto para entrometerse en otros y así formar una vista holística de los fenómenos, de los pensamientos y de los pasos a dar. Historias de este tipo las encontramos en la literatura del realismo mágico, pero ciertamente, hay un mayor nexo con lo histórico y lo social y casi ni se asoma lo alegórico.

Esta diferencia también la hallamos con respecto a sus novelas anteriores. En ellas lo histórico sólo servía para armar la parodia y comenzar el festín de los caracteres sometidos a circunstancias casi inverosímiles. Pero, ¡cuánta distancia entre estos ejercicios y la limpia lengua de Pérez-Reverte en Territorio Comanche, llevándonos de la mano por un territorio plano y sin meandros! Las posibilidades de la moderna narrativa se hacen cada vez más evidentes cuando ensaya una transitoria alianza con el periodismo y se apropia por un tiempo indecible de sus técnicas y herramientas. Vamos, hasta de sus términos y jergas.

Territorio Comanche representa, en jerga reporteril, las dificultades que enfrenta una pasión. O mejor dejemos decirlo al mismo autor:”Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando.”

1 comentarios:

Alberto: resume tu trabajo y busca una buena imagen o foto (no olvides colocar la fuente)

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