Recorrer las calles de Cajamarca por las noches de carnaval es una experiencia gratificante. El cielo cubierto de nubes, el ambiente inundado de coplas que vienen de aquí y de allá, despiertan la alegría de hombres, mujeres y niños.
Las festividades de Carnaval se rigen en relación al miércoles de ceniza de cada año, es por ello que varía entre los meses de febrero y marzo. El programa central empieza siempre el sábado antes de miércoles de ceniza, para terminar el mismo miércoles.
La noche del viernes, mientras caminaba por la plaza mayor de la ciudad, el ambiente festivo se dejaba notar en cada esquina. Grupos de jóvenes libando la exquisita chicha de jora cantaban las más picaras coplas al ritmo de un bombo improvisado. Los temas variados permitían conocer cosmovisión política, económica y social de aquella “prospera ciudad” llena del oro de los incas.
“Acacau mi Cajamarca,
Lo jodió la minería
Porque aparte del mercurio
Nos Trajo la Putería”
Me uní a un grupo de jóvenes, quienes bebían un trago al que llaman “calientito” (Aguardiente mezclado con maracuyá, manzana o piña), todos bailaban y reían, pues mañana sería el gran día, el día de la entrada del carnavalón, el Rey Momo, el rey de la alegría. Haciendo gala de sus más desafinados gallos que alegran el corazón de todos los que lo oyen celebraron su llegada.
Un grupo de visitantes extranjeros se unió a la “mancha”, sus gringas greñas alborotadas, seguramente por el éxtasis provocado del calientito, desentonaban con los negros cabellos del resto del grupo. Aquella diferencia no impidió que los lugareños acojan con alegría a los visitantes, quienes ya habían empezado a cantar en alguna lengua extraña que parecía español las coplas del carnaval. “Pour que mi Dios har…ria Carnavalis.. in fibrer..ro… Par..ra andar… in tanta yi..uvia y en tant..tisimo auacerou…”
Les pregunte que les parecía el carnaval, ellos respondieron con este discurso: “Muy bonito”. Sabía que aquello no era lo único por disfrutar, así que fui a casa a preparar mis aperos para mañana: Una cámara filmadora envuelta en plástico, mi credencial de periodista de un medio local, la ropa más vieja que tenía y muchas ganas de pasarlo bien.
“Allí viene”, decía la gente, mientras la sirena de un patrullero anunciaba la llegada del rey Momo y su corte imperial, representado por un enorme muñeco empotrado en un camión repleto de gente. A mi alrededor, personas con baldes de pintura cantaban coplas que reflejaban el sentir nostálgico de una tierra de encanto. “Lima ciudad de los reyes, Trujillo primaveral, y mi bella Cajamarca, capital del carnaval…”. Todos, incluso yo, estábamos pintados de de colores. Así los hijos del carnavalón celebraban la llegada de su padre quien en total complacencia les permite tomar hasta la muerte. Y así terminaron ese día ebrios hasta la muerte.
El lunes de Carnaval, por las principales arterias de la ciudad, hermosas reinas hacían su paso en elegantes carros alegóricos, aquello despertó el deleite del público masculino. Los piropos llovían, igual que los globos llenos de agua, hasta enfrentarse barra con barra en una balacera de agua.
El Martes de Carnaval, una terrible noticia azotó la urbe. “el Rey Momo está agonizando, víctima de tantas borracheras”. Muchas “viudas” (hombres vestidos de mujeres en un singular concurso) reclaman la paternidad del moribundo soberano, dicho sea de paso, también su herencia. La noche transcurre, el rey momo ha muerto. Lloran las viudas, pero el fin ha llegado.
La mañana del Miercoles de ceniza, el féretro es llevado en procesión por sus hijos vestidos de coloridos disfraces hasta el balneario de Baños del Inca, donde será cremado después de la lectura de un pintoresco testamento. “les dejos mis pellejos al alcalde de Cajamarca, para que el próximo año haga bombos para mis hijos. A ti, mi querido Coquito rebaza (Presidente Regional de Cajamarca), te dejo mis urpos de chicha, para que no molestes a mis viudas que están muy ricas este año…”
Poco a poco, el féretro del carnavalón es consumido por las llamas, sus hijos y amigos bailan con la esperanza que el próximo año vendrá nuevamente a llenar de alegría la Ciudad del Carnaval Peruano: Cajamarca.
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