Cajamarca, política de ficción

El magnánimo despliegue festivo que todos los cierres de campaña política engalana la noble ciudad de Querocotillo (ubicado en los andes cajamarquinos) tuvo lugar el 5 de abril de ese año. El pueblo entero acudía en busca de algún obsequio adulador de parte de los candidatos a la alcaldía, que congregados cada uno en una plazuela del pueblo, ofrecían a diestra y siniestra banquetes espléndidos intentando ganar el voto de sus comensales.

Godofredo Quispe, el candidato mejor posicionado de la comunidad, aquella noche sacrificó dos vacas en busca de satisfacer no solo las aspiraciones políticas, sino también el voraz apetito de sus electores. Aquellos cierres de campaña se habían convertido en una tradición y los pobladores esperaban aquél último festín para dar por sentado su voto.

-¿Por quién votaras esta vez Laurentino?
-Aún no sé. Segismundo Chávez ha matado dos terneros, primero iré a su mitin.
-Si tienes razón, luego vamos al mitin de Godofredo.

Efectivamente, los pobladores menos enterados del quehacer político de la comunidad (que eran la mayoría), definían su voto en función al derroche gastronómico de los candidatos. Y esta vez no sería diferente. Segismundo Chávez había matado dos carneros y una vaca a fin de hacerse con el sillón edil. La competencia estaba reñida.

La música, la comida, y el licor se fusionaron en un estrepitoso jolgorio que terminó a las 5 de la madrugada del día siguiente. Grande fue la sorpresa cuando en medio de la plaza mayor, encontraron los restos exhumados de una mujer. Aquel macabro hallazgo congregó a toda la comunidad y en un silencio mortal dieron cuenta que el cadáver hallado era de la madre de Godofredo Quispe, fallecida hacía ya 7 años. Un pariente la reconoció por la mortaja bordada que a pesar del tiempo se conservaba en buenas condiciones.

Efectivamente, cuando revisaron el nicho de la señora Rosa Tocto en el cementerio general, hallaron la tumba vacía. Godofredo se apersonó a la plaza y junto a simpatizantes partidarios y juntos devolvieron el cadáver a la tumba. Aquella era una advertencia.

Se decía que Segismundo Chávez era un hombre dedicado al ilícito negocio de “la blanca”, como suelen llamar al narcotráfico en algunos lugares del Perú. Y por esa razón, conocidos narcotraficantes de la zona ambicionaban la alcaldía para asegurar sus fechorías sin mayor persecución. Todo indicaba que el trágico episodio de la exhumación había sido perpetrado por simpatizantes de Segismundo.

La policía buscó indicios de los profanadores, pero no hallaron nada. Todo el pueblo sabía que tenía algo que ver con Segismundo, sin embargo no había pruebas, pues él junto a sus allegados estuvieron la noche del crimen reunido en la plazoleta disfrutando del festín. Nadie se atrevió a incriminarlo.

El pueblo estaba consternado, pero a la vez asustado por el fatídico suceso. Todos temían por la vida de Godofredo, ya que en ocasiones anteriores, enfrentamientos políticos de esa naturaleza terminaban en la muerte de un candidato. Los días restantes a la elección transcurrieron en un pacifismo abrumador. Los pobladores temían salir y encontrar el cuerpo de algún candidato tendido en plena calle. Muchos cambiaron su voto a favor de Segismundo, la mayoría por temor a represalias. Godofredo se encerró en su casa, también temeroso, y aquel miedo se intensificó justamente.

El día de las elecciones llegó, las mesas de votación se instalaron sin ningún contratiempo y al promediar las ocho de la noche, los resultados oficiales se dieron a conocer. Segismundo Chávez se había coronado como el implacable vencedor de las elecciones con un 58 por ciento de votos válidos. Mientras que Godofredo Quispe obtuvo un modesto 37 por ciento.

La celebración de los partidarios de Segismundo Chávez no se hizo esperar y a las nueve de la noche el pueblo entero se congregó en el local partidario de su nuevo alcalde. El brío popular alcanzó grandes magnitudes llegando incluso a olvidar el macabro espectáculo que tuvo lugar cuatro días antes en la plaza mayor de Querocotillo. Godofredo Quispe, viajó esa misma noche a Cajamarca. Su vida política terminó en la bella ciudad de Querocotillo.

Verónika Rodríguez(verrod)
Miguel Roncal

0 comentarios:

Publicar un comentario

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More