LUCES, CÁMARAS, BOOM!!!

Quizá a Territorio Comanche podamos recibirla con bastante agrado, como exclusivo, los que tenemos algo que ver con esta actividad que en cualquiera de sus modalidades, ya es valiosa y sobresalientes entre otras, por el compromiso, que supuestamente se asume ante la sociedad. Pero, Territorio Comanche, no debe ser recibida sólo por los que tienen que ver académicamente con la carrera de periodismo, sino los que de cualquier modo son receptores de las barbaridades del propio hombre: la guerra.

No sé si sea la mejor manera, pero me aproximaré fraternalmente con el tema de la obra, para empezar, e intentaré en el transcurso de las siguientes líneas hacer un salto hacia la forma, hacia cómo Pérez Reverte nos presenta el tema. Puede que en algún momento se haya tratado el tema como si fuera del momento, de lo que se hace últimamente, con un sabor a: se usa últimamente los desastres de la guerra, como intentando satisfacer un ego de héroe o partícipe de los sucesos más crueles de todos los tiempos; o tal vez para satisfacer el morbo inquietante de los lectores, sus emociones o indignaciones, de cualquier forma es una verdad absoluta que algo provoca cuando se acercan con la lectura a la realidad de guerra que nos comparte el libro.

El tema de las guerras siempre tiene algo de qué hacernos comentar; tal vez de política, de religión, de razas, de odio, mezquindad, que se yo. Pero el plato de fondo que pasamos todos, sin lugar a dudas, es la política, ya que involucra todas las decisiones, las estrategias, las medidas internas y externas, las que definen el rumbo de un país. Y cierto es que, de un tiempo hasta acá, hay dos acciones que están identificando a los países, fuera de qué medidas tomen y por qué cuando se da una guerra; estas medidas son básicamente: lo saludable, lo bueno para tu país promoviendo la integración, el compromiso con otros países, cercanos o lejanos; y lo otro es, lo que se cree saludable, bueno para un país a costa del retraso, marginación, postergación o devastación de otro. Si fijamos casos específicos sería como escribir otro libro, cada uno de esos casos tienen sus propios intereses, sus propias razones, auque no lo justifican.

Es cierto también que casi todas las naciones, sociedades y estados prósperos o no, fueron constituidos o formados por guerras con armas o sin ellas, revoluciones, y como fuere se han llevando por delante a miles de seres humanos que creyeron en el propósitos de ella, y la idiosincrasia de estas sociedades los ha llevado a terribles desenlaces que en algunos casos la victoria sana con el tiempo las heridas.

Territorio Comanche es una de esas producciones que jamás nos hará olvidar lo que se vive en esos países, nos seguirá recordando porque dudo mucho que se acabe pronto, dudo mucho que la lucidez aborde a estas sociedades y al poder político. Cristiano sin alma el que no se estremezca con estos relatos, el que vive como un zombi ante esta realidad y el que muere como el más patético ignorante cuando dice que ese tema no tiene nada que ver con él.

Cuando somos jóvenes creemos tener todas las alternativas de solución; y si a nuestro camino llega un libro por casualidad o no, si tiene algo que nos gusta o algo que nos identifique lo tomamos como si fuera la luz en nuestra vida, el sendero de nuestro camino, las cosas que debemos hacer o no, y tal vez Territorio Comanche nos haga identificarnos o nos permita nacer espíritu aventurero para estar en estos tipos de hechos. Pero en realidad sólo sería espíritu aventurero o también se trataría de un desequilibrio emocional, porque, no estuve y ni estaré en un lugar de los que nos describe Pérez Reverte. No seré jamás un Márquez ni un Barlés; juro que no lo deseo; y no me hace falta estar ahí para estar convencida que hay que ser un persona altamente fuerte, con cabeza fría (que no implica ser frío ni insensible) para no terminar muerta de la tristeza, de la indignación y del miedo, por supuesto, al vivir en esas ciudades.

Bien los describe el autor al mencionar esos detalles de las actitudes de Márquez y Barlés, ante el cada día allí, personajes que en la realidad debieron pasarse tantos llantos y estados de crisis para lograr que su lente sea el más reconocido del medio periodístico o poseer las mejores entradillas cuando un tanque está de tras de él. Sé que será difícil ver en la vida diaria tantos muertos en las calles, como si se tratara de autos estacionados, o niños, adultos y ancianos heridos, sin refugio y solos en el mundo a causa de la guerra.

Cuando el autor relata los comentarios de otros periodistas acerca de las notas obtenidas por los dos periodista, donde insinúan que pagan para lograrlas, en verdad que eso me recuerda a los mediocres o incapaces de hacer algo similar, y no sólo en ese tema o en ese escenario, sino en el ámbito de la vida diaria. Debo hacer saber que no soy partidaria de la reproducción a través de los medios masivos de información de este tipo de notas, pues me parece extremadamente sensacionalista, sin embargo valoro a los que lo hacen, porque sé que no estaría, ni quiero estar, en las condiciones para hacerlo.


Y en lo sensacionalista también tengo mis posturas que quiero compartirlas; en algunos casos es asqueroso, denigra la condición de ser humano, los desgraciados (entiéndase a los que cayeron es desgracia) suelen ser portadas impactantes en los diarios, total ¿la sangre vende no?, pero y que hay del respeto al dolor humanos, creo que ya cae en un tema netamente axiológico, pues, asumo que el reportero es conciente de lo que capta con sus materiales de trabajo para transmitirlos. Además trabajar con el dolor, la desgracia, la desesperanza de las personas ya me parece de poca sensibilidad y respeto.

Pero lo sensacionalista también me lleva a otro discurso que es la de mostrar la verdad de los hechos para hacerles recordar a los que son partícipes de eso o no, lo que provoca las malas decisiones, de cómo el ser humanos se porta con su prójimo, con los animales, con la naturaleza, con su medio. Puede que sea doloroso, escalofriante, pero nos hace saber los hechos tal cual como son, pero el mensaje debe cambiar a un tono diferente, señalándolo como lo que no se debe hacer o lo que debemos evitar.
Territorio Comanche debes estar en el armario de libros de todo académico de Ciencias de la Comunicación, y aunque el estilo no me parezca original (creo que ya nada lo es en estos tiempos), rescato el tema y la versión de las personas que ejercen esta labor, que puede dejarnos con diferentes sentimientos además con una ejemplos de vida con valentía, coraje y sensibilidad.














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