MADRE BLANCA SE DERRITE

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Hubo una vez un nevado, que en su sueño fugaz de gloria terminó siendo una ordinaria montaña seca; el hombre la asesinó.

“Y aquel cerro en donde los cielos son más puros, es una oveja indignada contra los zorros del mundo”
Era 2005 y “Broggi” hubo de expirar su última escarcha helada. Su inmaculada vestimenta blanca había desaparecido y con ella desapareció también todo vestigio de aquella Cordillera que ya no es más blanca y que nunca más será eterna.
Cuando aún existía el nevado Broggi, éste se encontraba al este de la ciudad de Yungay, en la cabecera de la quebrada perteneciente a la laguna Llanganuco, en la provincia de Huaraz, a unos 400 kilómetros al noreste de Lima.
Era 1993, gran año para las cosechas según pobladores ancashinos rebosantes de vida. La producción de papa y camote en las benditas tierras serranas afloraban como capullos recién nacidos. Recuerdo que el frío cáustico y el aire seco que atravesaban mis pulmones reventaban mi amor por aquellas pulcras montañas que embriagaban de admiración a los atónitos turistas. Hoy, ¡con qué nostalgia traigo a la mente aquel paisaje hermoso!, mi alma se desespera de impotencia y escribo estas letras para mitigar mi tristeza.
“Primero se veía lindo, el cerrito todo blanquito; pero ahora ya no está como antes. El hielo se derritió y el agua se va a la laguna de a lado”, confirma don Mateo, agricultor de las tierras de Marquen, localidad situada a poco menos de 1 kilómetro de nuestro nevado personaje. Don Mateo, como lo conocen en su pueblo y de quién no volví a saber más, tenía apenas 48 años, diez de los cuales ya habían sido testigos de los cambios en Broggi. Este imponente nevado había pasado de la niñez a la ancianidad en un período de tiempo injusto.
Lonnie Thompson, geólogo de la Universidad del Estado de Ohio, Estados Unidos, recordó que entre 1948 y 1977 el promedio de retroceso anual de los frentes glaciares en la Cordillera de Los Andes era de entre ocho y nueve metros por año, pero desde 1977 hasta la fecha el retroceso se ha incrementado apocalípticamente a no menos de 20 metros por año.
Para el siguiente año, Septiembre de 1994, me encontraba otra vez en casa. Otra vez en Trujillo, y lejos de la pureza del lago que colindaba con Broggi, a quién de hecho ya le guardaba un secreto cariño. Pasado algún tiempo aquella majestuosa masa de hielo asentada en nuestro planeta, en nuestro hogar; empezó a mostrar rasgos de sufrimiento. Poco a poco ciertas manchas marrones de tierra infértil se imponían al hermoso albor de su fornida masa inmaculada. El corazón del soberbio nevado empezaba a derretirse.
En febrero de 1997 un verano escalofriante flageló nuestras tierras peruanas. Las altas temperaturas mellaban la dureza del hielo, éste desaparecía y las lagunas se recargaban a exceso de agua. Después de aquel verano, Broggi empezaba su decadencia. Lo escuché por la radio: “Nevado Peruano sufre serios efectos del cambio climático provocando un descenso del nivel de hielo en un 40%”, repetía una voz femenina algo apresurada mientras daba paso a noticias de política “más importantes”
Ya para el año 2002, mientras el ex presidente Alejandro Toledo ni siquiera mencionaba el tema tan conocido hoy de “responsabilidad ambiental”, Broggie ya había sido herido de muerte, y yo me preguntaba si alguna vez sanaría… y mi pregunta se hundía en el hoyo de un planeta en agonía.
Cuando hubo de llegar el 2005 Boggie era sólo una linda fotografía en las postales internacionales enviadas al abuelo por navidad. De aquel valiente nevado que supo aguantar con fiereza los azotes de una temperatura en aumento que nuestra irresponsabilidad le regalaba, ya sólo quedaban leyendas infantiles que amenizaban las reuniones familiares y encendían el sabor mágico de la serranía peruana. Y es que en cuestión de Glaciares no hay forma de posibilitar su recuperación. No señores, hay forma de arrepentirse...
Lo que antes representaba más del 70% de los glaciares tropicales del mundo ahora son sólo retazos marrones ya roídos en los que apenas y asoma una mancha blanca recordándonos la belleza de un “antes” y la perversidad humana de un “hoy” que aniquila a su mundo sin prórroga alguna.
Hoy, 2008 se le rinde en estas líneas un homenaje póstumo a quien heroicamente resistió tanto daño. A quién por estos días no es más que un enorme cerro marrón y oscuro en el que ya ni siquiera crecen flores.

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