RESCATEMOS LA UNIVERSIDAD


- Shiii… ¡Mabel no la despiertes!
- Si es que no la despierto se enojará conmigo.
- Déjala he dicho, yo halaré con ella.

Eran las 5.20 de la mañana, Liz dormía sin preocupaciones, casi siempre escuchaba ruidos que la despertaban inesperadamente, pero esa madrugada, dormía más que ningún otro.


- ¡Están subiendo por la parte trasera! - grita Cynthia desesperadamente, al llegar al campus de la ciudad universitaria; asustada e impotente grita sin parar hasta llamar la atención de sus compañeros. Corren como si le hubieron encontrado sentido, ese preciso instante, el uso de las piernas. Se dirigen hacia la parte posterior de la universidad. Un grupo se queda, pero no son suficientes, los invasores son más que ellos, las armas de los otros son superiores a los palos y algunas bombas molotov que les quedaba, después de haber tenido varios enfrentamientos con la policía. Parecía que todo estaba perdido. Eran las 5.00 de la madrugada del 15 de agosto, y fue una de las mañanas más largas en lo que llevaba ocupando el campus de la ciudad universitaria, los estudiantes que se revelaron a un Rector y compañía.


Liz abrió los ojos, la noche se iba, en el invierno los días puedes ser más cortos que la noche, no distinguía quien estaba mirándola fijamente mientras ella dormía, zarandeó la cabeza bruscamente – ¿qué pasa mujer, qué pasa?- le preguntó a Mabel que la observaba tratando de decirle alguna cosa. Mabel tartamudeó y sin pesarlo habló

- Están invadiendo la universidad!!! es la gente del Rector- le dijo casi llorando. Liz saltó de la cama y salió de su cuarto dirigiéndose a la azotea, sus lágrimas también salieron el mismo momento que Mabel terminaba de darle la noticia. Se paró en las escaleras, pero era imposible observar algo desde allí. El ruido era atroz, los tiros no paraban. En ese preciso momento sus amigos combatían al enemigo sólo con palos y piedras, las pocas que encontraban cerca.

Tomó lo primero que encontró para cambiar el pijama por algo más apropiado.

– no creas que irás a la universidad- le dijo su hermana agitada por el susto y el llanto. – no voy a pedirte permiso, si tu quieres quédate, pero yo iré a ver a los chicos.

– Más que ayudar sólo estorbarás y pondrás más en peligro a los demás, si te ven por ahí pueden hacerte daño.

Sin escuchar más palabras salió despavorida de la casa, mientras que instintivamente se percataba de que en la calle no haya nadie sospechoso; corría y al mismo tiempo miraba de un lado a otro paranoicamente, con Mabel e Isabel.

El día cada vez estaba más puesto. Pero el ruido por el enfrentamiento no cesaba, era una batalla campal, aquello sólo lo habían presenciado por las noticias de la TV pero jamás en vivo y en directo y el sentimiento jamás fue el mismo pues se trataba de amigos, de hermanos, en fin, de seres humano que intentaban hacer algo diferente, incomprendido por muchos, pero justificado por todos.

Cunado se disponía a doblar en la esquina, el corazón estaba a punto romper su pecho, allí estaba por el que más temía, Alex. Él sólo traía un zapato puesto y cojea por el desnivel, tenía la casaca manchado de color rojo (aún no sabía si era sangre o pintura). Se confundieron en un abrazo y las preguntas salían unas tras otras. Nunca hubo tanto miedo desde que empezó la toma universitaria. Sin detalles, Alex contó lo que estaba pasando dentro de la universidad. Él acababa de escapar del centro preuniversitario donde se quedaba todas las noches desde el 22 de julio. Junto a sus tres compañeros fueron amarrados y golpeados con objetos de hierro y efectivamente las manchas de su casaca eran sangre. Tuvo que dejar una de sus zapatillas en el apuro de la fuga como en una escena de película escapó y por desgracia se quedó uno de sus amigos por el que tenía que regresar.

En el frontis de la ciudad universitaria las madres de las chicas y chicos que se encontraban dentro, estallaban en crisis, en pijama, despeinadas sólo rogaban por el bienestar de sus hijos, los padres hacían fuerzas y trataban de abrir obstinadamente la puerta principal protegida por un camión. Los vecinos estaban en sus ventanas, en las veredas, algunos ayudaban, algunos gritaban ante la violencia de ambos bandos pero nadie ere indiferente.

Regresamos a casa en busca de unas zapatillas para Alex y de inmediato fuimos al frontis de la ciudad universitaria. La mañana ya había avanzado y el enfrentamiento seguía; las especulaciones también, temían por la integridad de la chicas allí dentro, ya se hablaba de muertos, pero nada estaba confirmado. E increíblemente los policías apuntaban y lanzaban sus bombas lacrimógenas a los que estábamos en la calle, si los delincuentes estaban dentro.

Los estudiantes comandados por los docentes cuestionados por sus acciones, denunciados por corrupción en múltiples modos, tenían ya tomada la universidad; hipócritamente gritaban con libros en las manos que querían volver a clases. Pero realmente creo que todos saben sus verdaderas intenciones. No tuvieron piedad con los padres de familia ancianos que desesperados trataban de subir el muro de la universidad y los tiraban como si no se tratara de personas.

Los estudiantes del otro bando que tenían la universidad desde junio lograron hacer un grupo mayor a los del cuestionado rector y docentes. Nadie más que ellos saben como fue esa hazaña, cada uno tiene su historia, su aventura, su desventura, pero al fin consiguieron recuperar la universidad, después de haber sido golpeados, y vejados por sus propios compañeros. Uno de estos chicos perdió un ojo en la batalla por el disparo de una perdigonera, a mano de un delincuente quien sabe traído de donde. Todos lo pensamos muerto cuando lo sacaron de la universidad, acostado en una pizarra bañado en sangre.

En una época de incertidumbre universitaria, que no ha pasado, pues desde entonces algunos cambios han sido nominales, era difícil enfrentar a los otorongos universitarios, el temor se perdió; no hay que hacer política, dicen algunos, y les respondo, si toda la vida es política, si toda nuestra vida se construye con política.

- traigan algo de comer – nos dijo Alex, - han destrozado la cocina y los alimentos que teníamos. Ya estaban adentro otra vez, los delincuentes habían escapado, algunos estudiantes agresores fueron detenidos. Fue asqueroso ver y saber de algunos profesores que entraron a agredir a sus alumnos con armas de fuego en la mano, con piedras y todo lo que podía dañar a sus enemigos. Un bibliotecario del centro pre era plenamente identificado por todos, a muchos nos había atendido alguna vez, y ahora ingresaba a la comisaría, para luego ser liberado como si nada hubiese pasado. Fue lamentable, decepcionante, triste, desesperante, muchos de los agresores ya egresaron, muchos siguen en la universidad, buscando qué cosa, no lo sé, pero allí están; los otros están cumpliendo sus sueños, en alguna maestría en el extranjero, convenciéndose de su labor con la gente, superándose. Esta claro que la mayoría de los que estuvieron 101 en la toma universitaria tendrán un final diferente y bueno. A estas alturas ya nadie lo valora, pero la experiencia es de ellos, y de los que vivimos de cerca la asquerosidad por la ambición de poder, de dinero.

Fuimos a preparar avena y compramos pan como si irían a comer por última vez, y también fue la última vez que los vimos juntos a todos.

La universidad no ha cambiado, del todo, y lo veo imposible todavía. Mientras, cada uno tiene su historia en esta alma mater, la clave estará en rescatar lo positivo y luchar contra lo sucio, no dicen que la maldad avanza por que lo buenos lo permiten.

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