"Donde no ves fusiles, pero los fusiles sí te ven a ti"
“El Periodismo, es poesía escrita de prisa” y vaya que existe prisa cuando detrás de uno, cientos de bombas estallan y otros cientos de personas son demolidas por éstas. “Territorio Comanche”, en su primer capítulo, es precisamente el texto que describe con laboriosa exactitud, aquel ambiente de guerra en el que se desenvuelven los periodistas de conflictos bélicos.Narración fuertemente descriptiva, es lo que se encuentra en el mencionado texto desarrollado en tercera persona. Nos cuenta acerca de la experiencia profesional del periodista de guerra, y del peligro extremo al que se somete. ¿Y cómo es el lugar? Pues, nos dice, son caminos desiertos y casas en ruinas; donde siempre parece estar a punto de anochecer. Es cierto, un ambiente sombrío y aún más que eso.
Considero que, relatar o situar al lector en el ambiente concreto le convierte en personaje del relato, en este caso aunque ficcionado; pero contado de manera tal que pareciese absolutamente creíble. Lo más importante, no es hacer que al lector le agrade el leernos por la belleza de las letras, sino que le hechice el ser parte de la historia.
Pero afortunadamente no sólo espacios físicos son los descritos aquí. Existe para bien del lector los sazonadores precisos al plato de la narración, es decir: las experiencias personales y anécdotas de los personajes en descripción. Barlés, periodista experimentado que ingresó a los medios televisivos de guerra con tan sólo 22 años, es el conductor de las noticias. Hombre de gran sensibilidad, tanta que a veces obstaculizaba el trabajo de Márquez al intentar ayudar a los heridos de guerra. Márquez es camarógrafo y compañero de trabajo de Barlés. Ambos a gran medida valientes y profesionalmente eficientes.
Para completar el retrato de guerra, el autor no sólo se vale de modos de trabajo en tiempo presente. Sabiamente éste intercambia tiempos espaciales, es decir relata en un párrafo el hecho en acción, y en el siguiente se encuentra hablando de historias pasadas de guerra tanto de periodistas novatos como de los ya experimentados en el campo. Doctamente interactúa con el pensamiento del lector. ¿Será esto conveniente? ¿No logrará confundir la percepción del lector? Absolutamente no. El pensamiento humano no es rígido ni cronológicamente ordenado. De esta peculiar e interesante característica se agencia nuestro autor, al evocar experiencias pasadas de alguno de los personajes protagonistas. Este repasar de sucesos, aparecen mientras Barlés y Márquez esperan en aquella tarde que el puente de Bijelo Polje sea detonado.
La descripción se hace más rica y detallada, cuando además de experiencias se cuentan anécdotas que a parecer propio nutren de precisión narrativa a la obra. Se cuenta de la enorme afectación sentida al ver gran cantidad de cadáveres alrededor del espacio de trabajo; pero el trabajo periodístico es un empleo como cualquier otro y debe cumplirse como tal, dejando las lágrimas para otro momento.
Tal representación del escenario bélico, con sus respectivo sentimentalismo humano por el dolor y desgracia ajena convierte a la obra no sólo en una historia de guerra, sino en un diario de supervivencia bélico donde el lector se convierte en personaje, quién también sufre y experimenta la angustia de los momentos cruciales. La crudeza de la guerra contada tal cual es, aunque con pizcas de complicidad en el compañerismo, es contada por el creador con minuciosa calidad plástica.
Así mismo, algo que enriquece el trabajo aquí examinado y criticado, es el insertar diálogos directos. Sucede que cuando somos observadores físicos de algún hecho particular, somos capaces de percibir los diálogos entre los actores del suceso, y aquello capta nuestro interés más que ninguna otra cosa. Es naturaleza muy particular del ser humano querer informarnos a través de lo que nosotros explícitamente percibimos y no lo que se nos cuenta.
Por consiguiente, leer diálogos dentro de un relato, cautiva el interés lector y más aún, le hace sentirse como dentro de la historia, y le hace generarse un juicio propio más notable, al optar por la ideología de alguno de los personajes en descripción. Las palabras de las personas nos muestran el tipo de psicología y molde valorativo de éstas, por lo que el lector puede sentir empatía o antipatía por alguno de ellos, dependiendo de las palabras exactas que éstos digan. Una cosa es escuchar a un testigo contando a su modo aquello que se dijo en la reyerta del barrio y otra muy diferente es escucharlo del propio vecino que generó el conflicto.
“Si alguna vez fuese periodista, sería periodista de guerra” me repetía incansablemente tiempo atrás no tan lejano. Con la lectura de “Territorio Comanche”, novela del Español Arturo Pérez Reverte; confirmo mi posición frente al periodismo. Basarse en un periodismo urbano parecer no recompensar mucho la avidez del corazón y los riñones que nacieron para ser periodistas de guerra.
Si alguna vez se busca experimentar la guerra, no sólo como periodista sino como un personaje dentro del lugar, la lectura de “Territorio Comanche” se hace imprescindible. Leer éste relato, nos traslada a la crudeza y sentimentalismo propios de la guerra y hasta nos genera experiencia profesional si en alguna ocasión se hiciese necesario cruzar la frontera de la ciudad y adentrarse en aquel trabajo periodístico que arriesga el placer de seguir respirando.
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